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El desencanto de todo un país

El rey emérito, Juan Carlos I, en una imagen del 2006, junto a su yerno Iñaki Urdangarín y Corinna.

El rey emérito, Juan Carlos I, en una imagen del 2006, junto a su yerno Iñaki Urdangarín y Corinna. / GTRESONLINE

Fernando de la Torre

No hay nada más triste que un país de gente desencantada. Qué pena descubrir, pasados los 60 años, que muchas de las cosas, personas e instituciones que respetabas no sentían ese mismo respeto por ti.

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El escándalo de las declaraciones de la tal Corinna respecto al rey emérito Juan Carlos I, en caso de ser ciertas, supone una nueva y tremenda desilusión para los españoles. Y no es que haya declarado nada que no pudiéramos sospechar, pero a uno siempre le queda la esperanza de la duda razonable.

Cuando la corrupción y mezquindad alcanza semejantes cotas, poco espacio para la confianza e ilusión queda. Parece que los Borbones no han dejado de cometer los mismos errores generación tras generación. Y parece que lo único que han aprendido es que hay que tener un cajoncito fuera del país por si el pueblo decide desterrarlos, cosa que dice bien poco de su confianza en los españoles y, sobre todo, en ellos mismos.

Cuesta pensar que estamos todos en el mismo barco. Partidos políticos que solo han pensado en lucrarse a toda costa, políticos que se arrogan el papel de representantes únicos del pueblo, desoyendo a los que no piensan como ellos, empresas y empresarios que solo piensan en enriquecerse a costa de la calidad de vida de sus empleados. Cuánta mezquindad. 

Y todos llenándose la boca hablando de libertad y democracia, como si fuera un patrimonio personal a utilizar a su antojo. Y pidiéndole al ciudadano de a pie comprensión, complicidad, ajustes y, en pocas palabras, que sacrifique los pocos logros de los últimos años en aras de salvar bancos e instituciones a los que no les importamos más que por lo que nos puedan exprimir.

Y con este panorama, debemos ser optimistas, solidarios y patriotas, enarbolando alguna de las muchas banderas que en vez de unir separan a nuestras comunidades. ¿Es esta una buena manera de enfocar el futuro? ¿Queda alguien honesto que, realmente, quiera trabajar por el país?

No quiero oír más discursos de Navidad o de fin de año de reyes, presidentes o molt honorables diciendo rimbombantes frases hechas y promesas que nunca cumplirán y presumiendo de virtudes de las que carecen. Lo único cierto es que, como siempre, estamos solos ante nuestro futuro.

Que cada uno se lo administre de la manera que crea más oportuna procurando, eso sí, no pasar por encima del cadáver de su vecino para ello.

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