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"Desde el sofá de casa, en Twitter o en una carta al periódico, una revolución suena muy bien"

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Las cuentas serán eliminadas y el nombre de usuario podrá ser apadrinado por otro internauta. / Reuters

Jaime Rodríguez Soto

Veo muchas cartas de lectores de este diario, y en la calle, con conocidos, familia y amigos, muchos apelan y anhelan una auténtica revolución para que las cosas cambien en este país. Yo he leído en este diario algunas cartas de lectores en las que incluso hablan directamente de "cortar cabezas".

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Entiendo y empatizo totalmente con la indignación de muchos ciudadanos ante el panorama y espectáculo bochornoso de nuestros políticos todos, sin excepción, quienes mantienen un país paralizado, pendientes de sus ombligos, egos e intereses personales. Y entiendo que una gran parte de los ciudadanos anhelen una revolución radical que cambie las cosas de raíz.

Pero lo que yo quiero decir es que todo eso está muy bien, pero el 15-M, las manifestaciones pacíficas, se han visto que sirven parcialmente. Se vio con el 15-M, un movimiento extraordinario, sí, pero que se fue desinflando con una ciudadanía desengañada, y con un partido que salió de aquello, Podemos, que de momento poco ha aportado.

Cuando hablamos de las grandes revoluciones, como la francesa y rusa, debemos tener en cuenta que fueron llevadas a cabo en épocas muy diferentes, donde había mucha miseria, hambre y desigualdades. Algunos me dirán que hoy en día también las hay. Bien, pero que sepan que esas revoluciones fueron a sangre y fuego, ahí no existía la ONU ni las convenciones de Derechos Humanos. Se cortaban cabezas, sí... pero muchas cabezas cortadas fueron también de los propios revolucionarios. Así que en una revolución como tal, hay que estar dispuesto a cortar cabezas, pero también a que te corten la propia. Matar, pero estar dispuesto a que te maten.

Está claro que leyendo esto que escribo es evidente que corren tiempos muy diferentes, por eso quiero poner en evidencia que, cuando se habla de revoluciones y de cortar cabezas, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice. Desde el sofá de casa, y en Twitter o en una carta al periódico, una revolución suena muy bien. Pero en la práctica, estamos hablando de algo muy diferente.

Ahora parece que vienen nuevas elecciones. Un voto en blanco mayoritario y una abstención histórica serían una buena manera de rebelarnos contra nuestra mediocre clase política. Pero si les seguimos votando, les estamos siguiendo el juego.

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