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"La democracia inteligente y las pretensiones políticas del nacionalismo"

La bancada socialista aplaude la aprobación de los Presupuestos en el mismo pleno en el que ha salido adelante la proposición para crear tres nuevos impuestos.

La bancada socialista aplaude la aprobación de los Presupuestos en el mismo pleno en el que ha salido adelante la proposición para crear tres nuevos impuestos. / David Castro

Está ocurriendo durante los últimos años, y se mantendrá por mucho tiempo, la dinámica de no reconocimiento de los resultados electorales y de las obligaciones que crean a los que gobiernan, pero también a los que han de oponerse al Gobierno. A mucha gente muy poderosa le interesa que la Administración de Justicia siga como está, laxa cuando juzga determinados hechos protagonizados por personas muy concretas encuadradas en organizaciones singulares, y rígida, dura e inflexible para juzgar a los que pertenecemos a esa inmensa mayoría que no puede pagarse la mejor defensa o representación.

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El nacionalismo lo sabe, sus pretensiones políticas, sea por la reforma del delito de malversación, por las excepciones fiscales, por las exclusiones en la escuela, por el hecho diferencial… no cejan, y todo se resume en un inmenso bluf, un contrasentido, un retroceso al tiempo decimonónico, cuando los imperios eran el paraíso. El derecho a tu propia cultura, a tener una forma compartida de ver y estar en el mundo, no puede transformarse en una obligación ineludible para con esa cultura. El nacionalismo crea dependencias y obligaciones con una cultura minoritaria, nos aísla, en lo aparente da seguridad de pertenencia, pero en realidad quita oportunidades, impide que participemos en grupos más amplios y diversos y, por tanto, más posibilitadores del crecimiento personal.

Al utilizar el nacionalismo como coartada para paralizar el Estado, o al menos una de sus partes constitutivas (Poder Judicial), como hace el PP, está dando a los nacionalistas un poder que no tienen ni por sus resultados electorales, ni por la aportación que hacen al bien general. La solución no pasa por endurecer la pena por el delito de sedición, sino por utilizar la inteligencia democrática en todas y cada una de las instituciones políticas establecidas.

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