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"Decidí visitar Madrid estas navidades y... Piqué tiene razón"

Varias personas hacen sus compras en Madrid, este jueves, con las mascarillas puestas.

Varias personas hacen sus compras en Madrid, este jueves, con las mascarillas puestas.

Hace unas semanas el famoso futbolista del FC Barcelona Gerard Piqué afirmaba que sentía una especie de envidia por el estilo de vida que se marca la capital de España. Unas palabras que removieron a muchos de los que aman la ciudad condal como si fuera una parte más de su ser, y también debió sacudir a aquella facción independentista que en un pasado vio en Gerard un reflejo activo de sus ideales radicales.

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Yo decidí visitar estas navidades Madrid por el atractivo que imprime su cartel teatral, gastronómico y social. La estampa que recorrí en la meseta fue la de una ciudad ordenada, limpia y con mucha vitalidad. Sus calles regadas por gente con un paso grácil y nada semejante a la ansiedad que transita al transeúnte barcelonés, que parece que le vaya la vida en la calle, con prisas, con recelo del otro, del diferente y del no catalán. En Madrid las calles se llenan de charlas amenas de cualquier cosa, del abrigo de la tienda, de la visita a la pastelería, de quedar con los amigos en la Puerta del Sol. Esa ciudad adornada con gusto por la tradición de la Navidad con las luces suficientes para subir el ánimo a cualquiera, donde además los hosteleros siguen tratando al cliente con educación y con el respeto que se debe a cualquiera.

Volver de Madrid supuso el encuentro con otra realidad más acomplejada, la de los que les encanta no seguir las normas, la de las bicis y patinetes liberados por las aceras, compartiendo cemento con paseantes agitados, con semáforos que son respetados por pocos, por el desorden en casi todo y la suciedad enquistada. Una ciudad sin brillo, ni principios, ni alma. Esa es ahora mi realidad, como la de Piqué, que seguramente suspiraba "¿esto es lo que hay?".

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