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El cuento del humo independentista

El ’president’ Quim Torra y el ’expresident’ Carles Puigdemont, en Waterloo (Bélgica)

El ’president’ Quim Torra y el ’expresident’ Carles Puigdemont, en Waterloo (Bélgica) / EFE / JAVIER MONTEAGUDO

Había una vez un hombre hecho y derecho llamado Quim Torra, que vivía del Parlament de Catalunya. Era un vasallo obediente que cuidaba de la casa en ausencia de su señor y ayudaba en las tareas de difusión del dogma independentista.

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Un día Carles Puigdemont, así se llamaba su señor, le dijo:

- Quim, el independentismo está en estado efervescente y yo, desde Waterloo, no puedo dar repuesta a tanta reivindicación imposible. Tú ya eres mayorcito, ¿crees que podrías recorrer los pueblos de Catalunya por mí y venderles una buena dosis de 'humo indepe'?

Quim, que era muy servicial, contestó:

- Claro, Carles, iré encantado para que mi señor no se desgaste.

Así que cogió todos sus papeles repletos de retórica indepe y salió dispuesto a venderlo todo. Por el camino, Quim iba pensando cómo seduciría a un entregado público con arengas sobre libertad, democracia, presos polítics i la gran estrella, la República.

Se imaginaba el momento cumbre cuando desvelara la nueva vía hacia la independencia, la vía de Namibia, y sonreía viéndose  clamado por todas las sensibilidades indepes, incluso las más puristas, alzado a hombros mientras recibía la felicitación de su señor Puigdemont por Whatsapp.

Tan ensimismado iba que tropezó con una piedra y ¡zas!, el pobre Quim cayó de bruces contra el suelo. Solo se hizo unos rasguños, pero sus papeles, esos que contaban los secretos de cómo marear la pediz durante años y años sin avanzar ni mejorar nada pero convenciendo a las masas de que estaban en el buen camino, fueron a parar a un lodazal. Y se corrió la tinta y Quim perdió la fórmula del éxito indepe.

Adiós a conquistar la Vall d'Aran, el Baix Llobregat o el  Tarragonès... Y lo peor, sin las 'Retóricas Escrituras Republicanas', muy pronto todo el mundo descubrirá que la famosa República no existe más que en las mentes de los más devotos.

Apenado, Quim Torra volvió al Parlamet pensando que igual, había llegado la hora de decirle a su señor Puigdemont que el 'Cuento de la Independecia' había llegado a su fin.

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