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"Enlatados en un autobús con alas"

Vista del interior de la cabina del avión del vuelo de Iberia Express del domingo 10 de mayo entre Madrid y Gran Canaria, cuyos pasajeros se quejaron de que iba prácticamente lleno.

Vista del interior de la cabina del avión del vuelo de Iberia Express del domingo 10 de mayo entre Madrid y Gran Canaria, cuyos pasajeros se quejaron de que iba prácticamente lleno. / TWITTER

"Recuerden que durante todo el viaje es obligatorio el uso de mascarilla tapando nariz y boca", rezaba el comunicado del responsable de cabina en un vuelo de Ryanair cuando apenas habían tomado asiento la mitad de los pasajeros. Delante mío, un chico se quitaba la dichosa mascarilla durante unos segundos para dar un último beso a su novia (separada por tres filas), antes de iniciar el despegue. Tengo que admitir que me chocó la determinación con la que una azafata le reprendió por tan desafortunado gesto en una situación tan delicada como la que estamos viviendo.

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Probablemente tuviese razón la empleada de la aerolínea, pues corren tiempos de covid y cualquier medida de seguridad, por extrema que pueda parecer, es importante sobretodo cuando una cantidad ingente de personas están enlatadas en un autobús con alas. En general, no obstante, no tiene sentido ni lo tendrá hasta que en el avión no se cumpla con una norma de separación mínima (iba hasta la bandera).

Es obvio que un decrecimiento de clientes supone un fuerte impacto económico y es igualmente conocido que las compañías aéreas son grandes especialistas en la árdua tarea de optimizar espacios, pero, ¿es ético y moral requerir protocolos de seguridad estrictos solo de forma aleatoria y discrecional? A mi me resulta ridículo, sinceramente.

Tras un trato militar por parte de los auxiliares de vuelo en cuanto al uso de la mascarilla, se pasean pasillo arriba y abajo con un carrito mientras alientan a todos los pasajeros a tomar un refrigerio, un café o un magnifico menú. ¿Entonces no hay riesgo y ya es posible quitarse la mascarilla? Porque oye, lo hacen sin el más mínimo pudor, como si fuese un paréntesis del férreo control policial, pero de una forma casi obscena. Me hace pensar que la seguridad es necesaria siempre y cuando no afecte al bolsillo de los accionistas de estas compañías ¿Qué papel juegan nuestros gobernantes en todo esto?

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