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Conocer Nueva York en los cines

JORDI QUEROL

Mis familiares y amigos ya lo saben, anualmente y en diciembre viajo a Nueva York (NY). Esta semana, al adquirir los billetes de avión y darme cuenta de que esta historia se ha repetido tozudamente y sin pausa alguna durante los últimos 40 años, he cavilado sobre las verdaderas causas de esta adicción.

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Entre las muchas y variadas razones que la motivan hay una que sobresale: esta ciudad me atrae poderosamente porque veo reflejada en ella al mundo entero. NY es la obra de holandeses, ingleses, irlandeses, españoles, italianos, suramericanos, alemanes, chinos, judios. Está ubicada en Norte América, pero nos pertenece a muchos. NY significa fundamentalmente diversidad, talento, belleza, esfuerzo y mezcla. Es una gran síntesis y, a mí, me gusta gozar de ella.

Antes de pisarla por primera vez, la mayoría de los que la queremos y la visitamos a menudo ya la conocíamos a través del cine. En el Arenas y el Bohemio (en la Cruz Cubierta de Hostafrancs), NY me suministró maravillosos sábados por la tarde. Allí, acompañado de mi abuela y mis hermanos, viví embobado muchas aventuras neoyorquinas: en la 5ª avenida, en sus muelles o en la Grand Central Station del arquitecto valenciano Rafael Guastavino. Los cines de mi barrio marcaron mucho mi vida.

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