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El uso de coletillas en el juramento a la Constitución, una falta de respeto

Un ejemplar de la Constitución, abierto por el título que regula la reforma de la propia norma.

Un ejemplar de la Constitución, abierto por el título que regula la reforma de la propia norma. / ALBERT BERTRAN

El juramento o promesa de acatamiento de la Constitución Española constituye la expresión formal que deben efectuar quienes asumen un cargo o función pública. Ese acatamiento tiene indudablemente una dimensión ética.

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La fórmula que se emplee por los parlamentarios no puede desnaturalizar o vaciar de contenido esa fidelidad a la Norma Fundamental privando de sentido el acatamiento que debe ser inequívoco.

Cierto es que el Tribunal Constitucional estableció que, en un Estado democrático que entroniza como uno de sus valores superiores el pluralismo político, no resulta congruente una interpretación de la obligación de prestar acatamiento a la Constitución que anteponga un formalismo rígido a toda otra consideración, porque de ese modo se violenta la misma Constitución haciendo prevalecer una interpretación integradora frente a una excluyente.

Ahora bien, usar coletillas ocurrentes, haciendo alarde de imaginación, o aprovechar esa fórmula para lanzar todo tipo de soflamas políticas, o prometer anteponiendo frases alusivas a variopintas reivindicaciones no contribuye a dignificar el significado institucional del acto, sino que transmite a la ciudadanía más bien frivolidad e incluso falta de decoro y respeto a la propia pluralidad democrática.

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