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"Colas de pobreza y hambre"

Colas del hambre en la parroquia de Sant Isidre de Barcelona.

Colas del hambre en la parroquia de Sant Isidre de Barcelona. / Manu Mitru

A lo largo de todo este tiempo (largo tiempo) desde que comenzara esta crisis sanitaria o como queramos llamarla, hemos tenido que hacer cola para todo o casi todo desde aquellos inicios que se nos hacían casi desesperantes, con incertidumbre y quizá con un poquito de respeto por el devenir de algo entonces desconocido. Hicimos cola en el súper, en el médico, la farmacia y aquellos otros servicios esenciales que se nos antojaban a nosotros, afortunados, imprescindibles para mantener nuestras vidas y familias. Paralelamente y de forma casi silenciosa pero con no menos oprobio, fueron creándose otras colas de aquellas que veíamos en los clásicos navideños, la de los bancos de alimentos, que vieron crecer su demanda en más de un 40% ante la avalancha de familias que vieron cómo se quedaban en precario, bien en paro o con subsidios, apenas para cubrir sus necesidades más básicas.

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No solamente fueron familias compuestas de inmigrantes o sin hogar, fueron también gente como usted o como yo, afortunados, repito, sino aquellos o aquellas que de repente vieron su mundo desmoronado y tuvieron que ponerse a otras colas. La labor ingente de las diferentes oenegés no solo se ha limitado a cubrir las necesidades alimentarias de toda esta población vulnerable, si no que también les ha suministrado medicamentos y ropa o han hecho campañas para recaudar fondos con los que quizá pagar alquileres o calefacción. Así mismo no han faltado redes solidarias como asociaciones vecinales o de otra índole que, sin ningún tipo de discriminación, han estado ahí para ayudar a sus conciudadanos.

Algo falla en esta sociedad nuestra; no sé muy bien quiénes deben asumir sus responsabilidades, ¿los responsables políticos? ¿La ciudadanía en general que permite o permitimos esto? Seguiremos haciendo colas, muy a nuestro pesar y al del suyo.

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