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"No puede ser que en una clase nadie escuche ni respete al profesor"

Una profesora de matemáticas da una clase en un instituto de secundaria

Una profesora de matemáticas da una clase en un instituto de secundaria / CARLOS MONTAÑÉS

Tengo 22 años y todavía no he finalizado mis estudios, cosa que según manda el estereotipo de persona decente estaría mal, ya que la mayoría de gente de mi edad ya tiene una carrera y trabaja. Me da igual lo que diga la sociedad, cada uno hace lo que quiere, lo que puede o lo que le dejan. No tiene por qué dar explicaciones de su estado.

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Cuando terminé el bachillerato empecé un grado y tuve que dejarlo al poco tiempo por distintos problemas de salud mental, mi cabeza estaba a punto de explotar, hubiera preferido morirme en aquel entonces. Gracias al apoyo inagotable de profesionales, amigos y familia, he podido rehacer mi vida. Bueno, estoy en ello.

Pero no quiero hablar de mi vida privada sino de lo que he podido observar durante mi segundo intento de universitaria. He vuelto a la facultad, ahora con otra mentalidad, y he comprobado que todas las pruebas que tienes que pasar para acceder a ella no sirven para nada. En Catalunya, en el caso de Magisterio, además de la selectividad, te piden que apruebes unas pruebas de aptitud personal (PAP).

Yo pensaba que se hacía una selección más afinada, porque no todo el mundo puede dedicarse al mundo de la enseñanza. Mi sorpresa fue al ir conociendo alumnos, ver como trabajan y como escriben me demuestra que estas pruebas no son más que un instrumento para sacar dinero, como tantos otros.

Pienso que las personas a las que no les gusta leer un artículo, escuchar una charla, escribir a mano en lugar de coger los apuntes en el ordenador (soy de las pocas que todavía los hace a mano) no son válidas para educar a lo que viene. No puede ser que en una clase, ya sea magistral o práctica, nadie respete al profesor o profesora, no se escuche ni se tenga el más mínimo interés en salir de allí con algún aprendizaje. Qué triste ver esto cada día.

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