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Catalunya, una gran región en decadencia

Independentistas ondean sus ’estelades’ en Barcelona.

Independentistas ondean sus ’estelades’ en Barcelona. / AP / MANU FERNÁNDEZ

Catalunya... ¡Qué pena! Catalunya, vulgarmente engullida por el egoísmo ególatra interesado de unos pocos, envenenada con somníferos de paraísos intangibles, adormecida con cantos de sirenas invisibles, empobrecida por el ansia de riqueza y poderío de ciertos seres sin sentimientos ni afectos personales.

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Catalunya... ¡Qué pena! Quieren hacer de su lengua causa de ventajas sociales. Los españoles que quieran trabajar en Catalunya, deberán conocer el catalán. Los catalanes que quieran trabajar en el resto de España, bastará con que sepan castellano. La ceguera invade de forma incomprensible a las masas, teóricamente preparadas (realmente manejadas): la huida de sus predicadores, el abandono de los incombustibles líderes, la cobarde negación de los hechos ante la justicia, el misterio del origen de tantos y tantos fondos para atender medidas cautelares y estancias de los huidos, la mentira de la historia en sus libros... El no querer ver que sus ricos siguen siendo ricos y que sus pobres cada día son más pobres.

La ceguera del que palpa y saborea no es tal, es interesada, Catalunya. Por eso da pena, porque los catalanes, como el resto de los españoles, palpan y saborean la terrible realidad y la aplauden.

Catalunya....¡Qué pena! Permiten que la religión, acaudillada por intereses partidistas, invada la arena política. Dios supo utilizar el látigo en el templo, nunca se sentó fraternalmente con los que, aliados con el poder, se olvidaron de los defraudadores, de los mentirosos, de los cobardes. Sería mejor que la cúpula religiosa hiciera ejercicios espirituales acompañada por todo el gremio sacerdotal. Quizá así, Dios sonreiría

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