Catalunya, a la deriva

La situación catalana es complicada, igual que la del Estado español. 

Que se implante el artículo 155 contribuirá a ahondar aún más la fractura en la que se encuentra sumida esta comunidad autónoma. Si se celebran elecciones en un plazo de 3 o 6 meses no cambiaría demasiado la situación; el sector independentista mantendría su fuerza en el Parlament y por tanto el escenario continuaría sin cambios.

Sería como un cuento de las mil y una noches, una comunidad semiparalizada tanto en materia económica como política por un monotema y por otra parte un Gobierno español incapaz de buscar (al igual que el gobierno catalán) alternativas que conduzcan a desencallar el conflicto. 

Catalunya está a la deriva y la convocatoria a elecciones no contribuirá a resolver el problema. La solución pasa por que las dos partes cedan y se conforme una mesa de negociación; de lo contrario, ambas partes sufrirán consecuencias negativas, pero, como siempre sucede, quien realmente perderá será la sociedad catalana en su conjunto y, en menor medida, la española. 

Queda claro que Europa no apoya a Catalunya, del mismo modo que parte del sector empresarial que en masa decide abandonar la comunidad ante la incertidumbre que atraviesa y que, visto lo visto, va para largo. Debe de primar la sensatez, el sentido común, la voluntad de diálogo; debe de primar la responsabilidad de los gobernantes de una y otra parte y entonces, sin duda, la solución surgirá, si es que ambas parte se resignan en algo y no se buscan ni vencidos ni vencedores.

A menudo se gana perdiendo y se pierde ganando. Y aquí, ahora mismo, Catalunya está perdiendo.