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Caso Bankia: "Cuando el poder político y el económico se confabulan, los perjuicios son para el bien común"

’Ofibus’ de Bankia.

’Ofibus’ de Bankia.

El caso Bankia es una muestra más de cuando la arrogancia de la élite financiera (y política también) se cree inmune considerándose poseedora en exclusiva de los conocimientos de cómo operan la banca en particular y la economía en general, así como sus conexiones con el poder político y la manipulación de la opinión pública a través de la prensa a su servicio.

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Si a esto añadimos el privilegio de poder influir desde el poder la acción de determinados organismos supervisores, aunque nominalmente independientes, son parcialmente nombrados por ellos mismos y muchas veces entre sus amigos, sintiendo y actuando corporativamente.

Esta realidad les lleva a amañar la contabilidad y propagar información parcial y engañosa de los hechos. Niegan la responsabilidad de los delitos cometidos en uso de sus funciones ejecutivas.

Alegan en su defensa que siguieron órdenes del máximo organismo rector y supervisor (Banco Central de España), como si en realidad hubieran sido empleados de este organismo, cuando eran máximos ejecutivos de una entidad privadajurídicamente independiente, y a la que debían máxima lealtad y diligencia para lograr beneficio para los accionistas, y salvaguardar los intereses de los depositantes y acreedores.

La responsabilidad ante la ley es en primera instancia de la entidad, y los máximos ejecutivos (presidentes, directores y apoderados) responden personalmente por los actos llevados a cabo en nombre de la entidad a la que representan.

Cuando el poder político y el económico se confabulan y cometen colusión, como su nombre indica, los perjuicios son para el bien común (el pueblo llano), hecho que nos incluye a todos, sin distinguir el grado de riqueza. Si bien es cierto que los que poseen información confidencial saltan del barco cuando empieza a hacer las primeras aguas. Y los más ricos solo ven mermado relativamente su patrimonio.

Desde el 2008 abogo por la necesidad de impartir formación económico-financiera inclusiva desde la escuela para superar el analfabetismo, que sin esos conocimientos nos hace particularmente manipulables al engaño y el fraude, tal como sucedía en siglos pasados cuando no éramos todos los que sabíamos leer y escribir.

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