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Casado y Sáenz de Santamaría, el mismo sentimiento anticatalanista

Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, en el momento de depositar sus respectivos votos.

Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, en el momento de depositar sus respectivos votos.

La famosa metáfora "los mismos perros con diferentes collares",  sin ánimo de ofender, se podría aplicar perfectamente a la pugna que están dirimiendo los dos dirigentes del PP por la presidencia del partido, Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado.

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En su trayectoria de la última etapa legislativa, ambos personajes, con distinto estilo, han demostrado sobradamente su animadversión no solo hacia el independentismo, sino hacia el catalanismo en su pura esencia. Durante la referida etapa, ambos han protagonizado, mediante sus parlamentos, la máxima expresión de ensañamiento y venganza respecto a la causa catalana. La señora Sáenz de Santamaría con sus célebres frases, siempre con ese tono sarcástico que le caracteriza, jactándose de que había sido el Gobierno del PP quien había descabezado el independentismo; o cuando se mofaba en catalán de que habían conseguido que el Diplocat estuviera en "liquidació". Este tipo de expresiones, junto con su talante y gestualidad ante el problema que se vive en Catalunya, sintetiza esa repelencia y falta de empatía respecto a una ideología que no está dispuesta ni siquiera ni a entender ni a escuchar.

Por su parte, el señor Casado no se queda a la zaga. Este personaje que lidera las nuevas generaciones del PP es, si cabe, más incendiario que su oponente política. Frases despectivas como "No se puede comparar un transatlántico (Estado español), con una zodiac pinchada (gobierno catalán)", o la más repudiada y en tono amenazador: "Que no se repita la historia porque Puigdemont igual acaba como Companys".

Y ahora, en esa pugna por el poder, la batería de improperios y declaraciones de intenciones para demostrar quién va a ser más férreo e intolerante con el soberanismo catalán, llegando incluso a prometer la ilegalización de los partidos independentistas, sigue en escala ascendente sin escrúpulo alguno con tal de arañar el máximo de votos posibles.

Esperemos que ninguno de los dos llegue nunca a ocupar la jefatura del gobierno, pues la distensión y el diálogo que ha propiciado el Gobierno socialista no habría servido para nada, y nos encontraríamos ante un escenario caótico más dictatorial que nunca con consecuencias de una magnitud histórica.

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