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Carta de una trabajadora de Vueling

Mostradores de facturación de Vueling, en el aeropuerto de El Prat.

Mostradores de facturación de Vueling, en el aeropuerto de El Prat. / ELISENDA PONS

Esta carta va dirigida a todos los usuarios de Vueling, a los que pierden vuelos, cambian fechas, sufren cancelaciones, retrasos y a los que no han tenido ningún problema hasta ahora, porque increíblemente existen. Escribo desde el otro lado, desde el de los trabajadores de los aeropuertos que somos la cara de la compañía ante ustedes, los clientes.

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Nosotros, como entenderán, somos el último eslabón de la cadena, somos esos solados que ponían en primera fila en las guerras de antaño, los prescindibles; a nosotros no nos dan explicaciones, por eso no se las podemos dar a ustedes, y nadie nos pregunta qué sería mejor para los clientes. Nosotros, que hablamos con ustedes cada día y que entendemos plenamente la incomodidad, el enfado y la impotencia que sufren una y otra vez por culpa de la operativa de la compañía, lo entendemos y tratamos de ponernos en su lugar, pero… ¿son necesarios los gritos, las amenazas, la violencia física, la prepotencia, el menosprecio? Créanme que no, se consigue mucho más tratando bien a la gente en general.

Nosotros somos víctimas de las cancelaciones y retrasos tanto como ustedes, y algunos dirán “sí, pero a ustedes les pagan por eso”, pero no hay salario que lo compense. La mayoría somos mileuristas y sin ningún otro beneficio, e igual que ustedes debemos pagar las facturas cada mes y sumar las del psicólogo, psiquiatra o terapeuta para sobrellevar el trabajo, para que la ansiedad no termine enloqueciéndote del todo y para que ir al trabajo no se convierta en un tormento. 

Atendemos a gente por diferentes motivos, a gente que pierde vuelos porque cogen el tren mal, se duermen, se entretienen en las tiendas o llegan tardísimo y se encuentran con cientos de personas en facturación (pero es culpa nuestra) y a los otros, a los de los retrasos infinitos o las cancelaciones, a esos a los que la compañía les daña las vacaciones, o les crea problemas con sus jefes o sus clientes, porque increíblemente la solución que podemos darles es reubicarlos no dos, sino cinco días más tarde porque no hay espacio antes. Emilio Pérez de Rozas, en su artículo El veranito de Vueling decía esto exactamente, y que luego se iban los aviones con asientos vacíos. No podemos evitar que la gente llegue tarde y pierda vuelos, es negligencia por parte de ellos, no incompetencia de los que los reubicamos. Desafortunadamente, tenemos que seguir unos procedimientos, nosotros, que solo ponemos la cara y damos las malas noticias de otros que sí toman decisiones y tienen voz y voto.

No pretendo disculpar a la compañía, ni que la gente sienta lástima por nosotros, solo pedimos respeto, control y contención de sus actos. Algo tiene que cambiar, por supuesto; Vueling tienen que asumir sus deficiencias, pero asuman también sus responsabilidades cuando sea su turno, lleguen temprano a los aeropuertos aunque tres horas les parezca exagerado y dense cuenta de que a nosotros nos maltratan desde dos frentes. No somos sus enemigos, no nos beneficiamos de su dolor, no disfrutamos ni nos reímos de la situación y seguiremos siendo la cara de Vueling, por supuesto, con la buena disposición y la paciencia que cada uno tenga. No se les olvide que estamos ahí para ayudarlos de la manera que nos permiten y hasta donde podamos. Nosotros también cruzamos los dedos e imploramos al cielo, al igual que ustedes, que cada día, de verdad, tengan un buen Vueling.

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