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La campaña electoral más sucia de la historia

Juan José Cortés, padre de Mariluz -la niña asesinada en 2008 en Huelva-, acompaña a José Roselló, padre de Julen, el niño de dos años que cayó el pasado domingo a un pozo de más de cien metros de profundidad en la localidad malagueña de Totalán, donde se continúa con las labores de rescate.

Juan José Cortés, padre de Mariluz -la niña asesinada en 2008 en Huelva-, acompaña a José Roselló, padre de Julen, el niño de dos años que cayó el pasado domingo a un pozo de más de cien metros de profundidad en la localidad malagueña de Totalán, donde se continúa con las labores de rescate. / Álvaro Cabrera (EFE)

"Miserables, intolerables, repugnantes, vomitivas" han sido las palabras del candidato del PP por Huelva, Juan José Cortés, con las que acusó hace unos días a Pedro Sánchez de sentarse a la mesa con "criminales, violadores y pederastas", a cuenta de la polémica ley de la prisión permanente revisable. A propósito de ella, existe una división de opiniones (como no podía ser de otra manera) entre las distintas formaciones políticas y la ciudadanía, unas a favor y otras en contra.

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Es lo natural. Es la grandeza de la democracia, que nos garantiza la libertad de expresión y de formular propuestas encontradas sobre una misma cuestión. Lo que ya no es tan democrático (ni ético) es enarbolar la bandera de la razón y la verdad absoluta y verter calumnias sobre quienes piensan distinto. Y menos aún en el presente caso, en el que se otorga a sí mismo la representación de los familiares de otras víctimas de similares delitos.

Todos comprendemos y nos solidarizamos con su tragedia y dolor por el asesinato de su hija hace 11 años, señor Cortés. Todos sabemos que, a pesar del transcurrir del tiempo, esos sentimientos no desaparecerán. Pero ello no es óbice para mantener la compostura ni le legítima para subirse al carro de la ignominia con tal de intentar arañar un puñado de votos, en el supuesto que esa actitud dé los frutos que persigue. Ir a rebufo de su jefe de filas Pablo Casado y competir por ver quien pronuncia la frase más gruesa del día no le hace ningún favor ni a usted ni a su familia, ni a la política.

Esta campaña electoral (y la precampaña que le antecedió) se caracteriza más que nunca por haberse convertido en un lodazal, en el que el límite lo marca la parida anterior. Algunos de los partidos concurrentes con aspiraciones de llegar a la Moncloa, a través de fichajes "estrella" con dudosa preparación y escaso espíritu democrático, arengados por sus líderes, están utilizando la estrategia del insulto, la descalificación, la mentira y la crispación constantes, como único argumentario del que disponen ante la carencia de propuestas que se ajusten a la realidad social.

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