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"Bueno, pues molt bé, pues adiós..."

Quim Torra conversa con Elsa Artadi y Eduard Pujol, este viernes en el Parlament 

Quim Torra conversa con Elsa Artadi y Eduard Pujol, este viernes en el Parlament  / EFE/QUIQUE GARCÍA

Yo ya ni entiendo lo que hacen, ni me apetece escucharles más, ni me interesa entender su estrategia y aún menos su táctica. Ni siquiera saber si les disminuye o aumenta la parroquia de creyentes. Me tienen muy harto, la verdad. 

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Me resulta insufrible tener que ver y escuchar cada día a esta banda de políticos, tan mediocres y provincianos, luciendo siempre esa sonrisita que aparenta ser un rictus de fingida sencillez, pero que en realidad esconde una mueca de altivez supremacista mal disimulada. Soy catalán -mi expediente genético es impecable- y estoy convencido de tres cosas.

La primera, que la historia es, por definición, dinámica y no estática. Por ello, carece de sentido negar la realidad y enrocarse en una visión identitaria del pasado, fija, fabricada en el siglo XIX y que reinventaba nuestra historia en clave romántica. Casi como un cuento.

La segunda, que las personas, así en general, tienen tanta información que han renunciado a usarla y aplicar su sentido crítico para refugiarse en la sencillez del eslogan encerrado en un simple tuit de 120 carácteres. Y así nos va...

Y, en tercer lugar, que, como bien dijo Churchill, cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Así que si siguen mareando la perdiz, manejando el Parlament como les da la gana y saltándose a la torera las leyes que sancionamos todos los ciudadanos, acabaremos perdiendo nuestra autonomía y perjudicando gravemente nuestra identidad como pueblo. Quizá de manera irreparable.

Allá ellos. Yo seré y mantendré siempre viva una clara conciencia de mi propia catalanidad a nivel individual. Pero lo que nos suceda colectivamente me interesa cada vez menos. Personalmente, creo que, desde la Transición, se construyó un escenario de descentralización, integración y convivencia envidiable desde su inevitable y lógica imperfección. Ahora parece que no es así.

Que todo eso fue un desastre y que seguimos tan oprimidos -o más- que cuando Franco. Paso de este debate. Porque me parece mentiroso; puro sofisma barato sustentado en una épica de cartón piedra sin ningún fundamento real.

Por tanto, si nuestros dirigentes se empecinan, contra cualquier vestigio de racionalidad, en continuar por ese camino sin retorno, que pase lo que tenga que pasar y que, en el futuro, sea la historia la que juzgue tan desmedida insensatez.

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