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Basta de racismo, basta de miedo y rechazo al inmigrante

Ian Elly Ssali Kiggundu,  Marwa Mahmoud y Mohamed Abdalla Tailmoun (de izquierda a derecha), jóvenes que se han organizado para reclamar el derecho a tener la nacionalidad italiana.

Ian Elly Ssali Kiggundu,  Marwa Mahmoud y Mohamed Abdalla Tailmoun (de izquierda a derecha), jóvenes que se han organizado para reclamar el derecho a tener la nacionalidad italiana. / IRENE SAVIO

En diciembre, Papá Noel ilusionó a 800.000 niños y jóvenes. La 'Iussoli', la ley que tenía que reconocerles la ciudadanía italiana a los hijos de los inmigrantes nacidos y criados en Italia, no fue aprobada. Se prefirió ceder ante la lógica de la política, en lugar de adoptar una postura civilizada. Lamentablemente, el verdadero ganador de ese debate político-social fue el miedo.

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¿Por qué hoy las palabras 'inmigrante' e 'inmigración' están relacionadas con el miedo? En realidad, la inmigración es un fenómeno que desde siempre forma parte de la historia de la humanidad. De hecho, los historiadores y los antropólogos han demostrado que la civilización humana es una mezcla de etnias diferentes: en cualquier época, por razones de crisis políticas, económicas o naturales, se han verificado pequeñas o grandes migraciones.

Como decía Bertolt Brecht, cuando se exacerba el racismo –especialmente en períodos de crisis– se encuentra siempre una categoría social más vulnerable contra la que se acaba arremetiendo. Y ahora el blanco a atacar son los inmigrantes. La propagación de esta actitud racista se puede no solo escuchar –como suele ocurrir a menudo– por la calle y en los medios de transporte, sino también leer con frecuencia en los artículos de prensa que cuentan de patrullas y manifestaciones en contra de los centros de acogida para los solicitantes de asilo, como hicieron, por ejemplo, en Multedo, un barrio de Génova. Además, quiero subrayar el papel de algunos medios de prensa en la representación de los inmigrantes como enemigos y delincuentes. Mediante el uso despiadado de titulares sumamente racistas, los períodicos identifican al hombre negro como un peligro que se cierne sobre el pueblo italiano.

Cabe considerar que las estadísticas registran un continuo descenso demográfico –por decremento de la natalidad– de la población autóctona, cuya edad media es cada vez mayor; por tanto, también a raíz de dicha circunstancia es importante favorecer el reconocimiento de jóvenes ciudadanos –hijos de inmigrantes– que incrementen las potencialidades de todo el país.

El mismo Papa, durante la misa de Navidad, expresó una fuerte solidaridad hacia los inmigrantes, denunciando la indiferencia de la clase política e invitando a acoger a nuestro prójimo. Es paradójico que en un país en el que la Iglesia siempre ha tenido un papel protagonista, en lo que atañe a los debates político-culturales de interés para la colectividad, no haya surgido entre sus discípulos una fuerte sensibilidad hacia este tema.

De todas maneras, estoy convencida de que la Historia contestará positivamente a esta reclamación de derechos de estas personas. En definitiva, es importante luchar contra esta indiferencia adoptando una actitud comprometida y solidaria.

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