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Barcelona, seis meses después del atentado

 Muestras de afecto y solidaridad junto a la fuente de canaletas en  las Ramblas tras los atentados.

 Muestras de afecto y solidaridad junto a la fuente de canaletas en  las Ramblas tras los atentados. / JORDI COTRINA

Javier Ruiz Moreno

El 17 de febrero de 2018 se han cumplido 6 meses del 17-A, o del atentado terrorista en Barcelona y Cambrils, con 16 fallecidos y 131 víctimas. 6 meses que, en medio de un devenir político intenso en Catalunya que no acaba, permiten la reflexión desde varias perspectivas, pero que, por razones de espacio, me centro en una: la respuesta de los servicios públicos y de la ciudadanía.

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Intentando ser objetivo como ciudadano y como profesional de la salud, equidistante de toda opción política y analizando con frialdad la secuencia de lo que sucedió después de la tragedia, me atrevería a afirmar que las fuerzas de seguridad (Mossos, Guardia Urbana de Barcelona y Policía Local de Cambrils), Protección Civil, el Servicio del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales del Ayuntamiento (SCUES) de Barcelona, el SEM y todos los servicios de urgencias de los hospitales receptores, cumplieron muy bien su misión, estuvieron más que a la altura y se entregaron en cuerpo y alma.

Como en todo lo que se hace y se ha visto a posteriori, se hubieran podido hacer las cosas, seguro, un poco mejor. Sí, pero solo un poco. En efecto, atender a más de 130 víctimas en la Rambla de Barcelona en la semana más vacacional del año no es fácil, cuidar de la protección de Barcelona, de Cambrils, Sant Just y de otros municipios en medio de la incertidumbre, tampoco. Y trasladar a las víctimas a los hospitales y CAPs de la ciudad en un tiempo récord y de manera coordinada es una tarea muy difícil. Faltaba entonces la respuesta hospitalaria, que fue excepcional y de total entrega; y faltaba también la respuesta de la ciudadanía de Barcelona, que fue merecedora de unánime reconocimiento.

Por supuesto, todo lo que digo es extrapolable al municipio de Cambrils y alrededores del Baix Camp, a su Policía Local, a sus profesionales de la salud y a sus ciudadanos.

A nivel individual, y como profesional de la salud de un servicio hospitalario de urgencias, fui testigo del gran trabajo coordinado de las fuerzas de seguridad, del SEM, del SCUES y, por supuesto, de mis compañeros de trabajo presentes ese día, de los voluntarios y de quiénes desde fuera, en esas fechas, se ofrecieron a todo.

En definitiva, sí, orgulloso de Barcelona, de sus fuerzas de seguridad, de sus profesionales de la salud y de sus ciudadanos.

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