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Barcelona ha perdido su identidad

El Port Olímpic. Vista aérea de la costa catalana. .

El Port Olímpic. Vista aérea de la costa catalana. . / ARCHIVO / JOSEP GARCIA

Hace más de 30 años que resido en Barcelona. La conocía desde mucho antes, desde mi niñez. Ahora tengo 54 años. Podríamos decir que hubo un antes y un después del 92, el año de los Juegos Olímpicos. La ciudad se dio a conocer al mundo entero. Y ese año, según mi opinón, empezó la gloria y decadencia de Barcelona.  Se convirtió en una ciudad moderna y se produjeron cambios importantes y en poco tiempo. Pasó, por ejemplo, de vivir de espaldas al mar a convertirse en una ciudad con todo un litoral de kilómetros de playas, a cual más apetecible. Empezó a construirse de todo: centros comerciales por el extraradio y el centro de la ciudad, hoteles por doquier y proliferaron los pisos turísticos.  El turismo pasó a ser, en pocos años, algo maravilloso para muchas instituciones y personas que vieron como sus economías se saneaban, a una locura imparable. 

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Hoy día es impensable dar una vuelta relajada y descubrir los rincones maravillosos del centro que esconden el Born o el Raval; o pasear por el Eixample, la Sagrada Família o la Barceloneta sin ir tropezando con turistas, sus bicicletas y otros artefactos con las van como locos por las aceras y las calzadas. Un día festivo como la noche de los museos, o el día de Sant Jordi, se han convertido en fiestas multitudinarias donde es agobiante cruzar una calle y te retiras enseguida abrumado. Locales emblemáticos han ido desapareciendo sin dejar rastro. En su lugar se han instalado multitud de pequeños negocios con el fín de ofrecer al turista cualquier cosa. Recuerda a un gran mercadillo de domingo, con la diferencia que este es diario. 

Barcelona ha perdido su identidad. Al menos esa es mi sensación. Yo, me enamoré de una ciudad maravillosa con una identidad propia, una lengua propia, habitantes particulares, una ciudad diferente al resto del país, y probablemente al resto del mundo, una ciudad que nada más verla, vivirla, te enamoraba. Hoy día todo eso ha cambiado, se ha convertido en un parque temático, una feria. Vivir de alquiler en la ciudad es una misión imposible, comprar una vivienda es impensable. Es una ciudad como tantas otras, sin identidad, desbordada, agobiante, ir a pasear con amigos por sus barrios emblemáticos es algo que queda como última opción, porqué sabes lo que te vas a encontrar. Creo que hemos perdido algo muy importante, y lo peor es, que no sé si tiene arreglo.

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