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Bajad las armas...

De izquierda a derecha, los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía Juan Marín (Cs), Susana Díaz (PSOE), Juan Manuel Moreno (PP) y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía), en el debate de campaña de este lunes, en Canal Sur.

De izquierda a derecha, los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía Juan Marín (Cs), Susana Díaz (PSOE), Juan Manuel Moreno (PP) y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía), en el debate de campaña de este lunes, en Canal Sur. / EFE / JULIO MUÑOZ

Bajad las armas contra nosotros, que no sostenemos más que la espada y la balanza de la justicia que anhelamos. Una espada despojada de su  filo, separando lo que está bien de lo que está mal con la misma violencia que una madre separa los mechones de su hija al peinarla con los dedos.

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Todos los colores de las banderas que enarbolamos bajo consignas de libertad están pintados sobre tela blanca. Colores que no  se han obtenido de la avaricia del oro, de la sangre de nuestros enemigos ni del mar revuelto por las lágrimas vertidas en guerra; sino del trigo maduro, las rosas y un calmo mar Mediterráneo. No buscan nuestros gritos la provocación, aunque las montañas que los transportan juegan traviesas con los ecos de nuestras voces.

Bajad las armas porque os equivocáis, que nuestra guerra no es contra las personas que comparten la tierra que pisamos, una lengua y una historia con nosotros, sino contra aquellos que juegan al ajedrez enfrentando piezas del mismo color. Liberemos juntos a aquellos peones que han sido devueltos a la caja  sin haberse movido siquiera.

Bajad las armas, gentes del sur, lanzadlas al mar, pues no debería ser más grande el odio a lo desconocido que el amor a lo que os rodea. Amigos que besan a hombres, niñas que son niños, mujeres orgullosas de serlo, hermanas que aman a alguien llegado de lejos, personas que no  deberían encontrarse con muros en su camino, enfermos que merecen ser  cuidados, animales que no ven fin a su sufrimiento. A todas estas personas apuntáis también con vuestras armas, obedeciendo, antes que a vuestro propio juicio, a las palabras desordenadas que unas malditas  montañas os hacen llegar, y siguiendo las órdenes de un jugador que,  aun barriendo todas las piezas del tablero, seguiría siendo el vencedor.

Bajad las armas, y si todavía ansía vuestro dedo apretar el gatillo, tornad vuestro odio en determinación y apuntad arriba, más arriba de nuestras cabezas. Abrid fuego contra los prejuicios y las mentiras que empañan vuestra mente de colores oscuros y pegajosos, que os nublan la  vista y oxidan la espada que debería protegernos a todos. Colguémonos del mismo plato de la balanza y devolvamos a los que se tienen por superiores a nuestro mismo nivel. Equilibrémonos. Porque nadie tiene derecho a elegir como deben vivir los demás, y menos aún si sus  decisiones se basan en el miedo y el egoísmo.

Bajad vuestras armas o seguid apuntándonos: no lograréis más que herir a vuestro propio reflejo, y nosotros seguiremos luchando para que entendáis que con balas no se arreglará nunca una bandera desgarrada, no se escuchará mejor un himno, ni se enderezarán coronas. En la sala de los espejos las  apariencias engañan, y puede que sigan  cayendo cristales al suelo, pero para quien decida cerrar los ojos y aguzar el oído nuestro grito no cesará. Cambiad los fusiles por un puño en alto, y luchad con nosotros contra el huracán que ha sido invocado y que nos tragará por igual. 

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