La asignatura de Religión no debe ser desdeñada como algo accesorio

La ministra de Educación, doña Isabel Celaá, en el Congreso de los Diputados, anunció que Religión no sería computable a efectos académicos y propuso la creación de una asignatura obligatoria de valores cívicos y éticos centrada en el tratamiento y análisis de los derechos humanos y de las virtudes cívico-democráticas. 

Quiero decir que no hay contradicción entre ambas asignaturas, y por tanto es bueno que las dos puedan computar a efectos académicos. La asignatura de Religión no debe ser desdeñada como algo accesorio y sin importancia pensando que tiene un carácter involutivo e impropio del progreso social. Hay tres razones fundamentales que ponen de relieve que esto no es así.

En primer lugar hay que tener en cuenta que la base de las virtudes y valores cívicos y éticos tiene una raíz en la fenomenología religiosa. Así, frases tan conocidas como "tener paciencia con los defectos del prójimo" o aquel mandamiento de "no matarás", ¿acaso no contribuirían a aminorar la violencia machista que impregna nuestra sociedad?

O bien la fidelidad a proposiciones como "no mentirás" y "no codiciarás los bienes ajenos". ¿No influiría en ciertos discursos políticos para que fueran veraces? ¿acaso no podrían modificar comportamientos que han dado lugar a la corrupción que vemos en nuestros días?

En segundo lugar, es preciso mencionar la cultura que es tan importante en nuestra civilización. No se entiende sin el apoyo de elementos religiosos que han sido la base para multitud de obras de arte como poesía, pintura, música, arquitectura y escultura. Entrar en el museo del Prado y comprender muchos de los cuadros que allí se exponen necesita de un cierto bagaje de conocimientos que se estudian en la asignatura en cuestión.

Por último, es muy importante tener en cuenta que el cerebro humano tiene, entre otras muchas, la capacidad de trascender. Un trabajo neurocientífico que vale la pena recordar es el realizado por el doctor Mario Beauregard de la Universidad de Montreal, en Canadá, el cual hizo un estudio con resonancia magnética funcional que permite registrar la actividad cerebral, para identificar los cambios en el cerebro en unas monjas carmelitas mientras estaban subjetivamente en un estado de unión con Dios. Fue publicado en la revista Neuroscience Letters en el año 2006.