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Aristóteles en tiempos de pandemia

Pedro Sánchez, durante la videoconferencia con los presidentes autonómicos celebrada en marzo.

Pedro Sánchez, durante la videoconferencia con los presidentes autonómicos celebrada en marzo. / MONCLOA

La política no se reduce a la gestión de presupuestos. Esto se hace aún más evidente en crisis sociales como la que estamos viviendo. El debate en torno a valores como la solidaridad, el cuidado o la responsabilidad se convierte en un aspecto clave. No sólo entre quienes gobiernan, sino también entre la ciudadanía. Es por esto necesario pensar acerca de las relaciones humanas. Prestar una mirada atenta a los valores que fomentan la colaboración y equilibran las desigualdades. Un tema sobre el que la filosofía clásica dejó mucho por escrito.

Entretodos

Aristóteles, por ejemplo, en su 'Ética a Nicómaco', dijo que "sin amigos nadie querría vivir". Incluso los que poseen riquezas, autoridad o poder necesitan de ellos. Los amigos ayudan a los jóvenes a guardarse del error y ayudan a los mayores que necesitan asistencia física para sus acciones. En definitiva, "con amigos, los hombres están más capacitados para pensar y actuar".

Para el filósofo griego la amistad perfecta es "la de los hombres buenos e iguales en virtud" que buscan el bien mutuo porque "tales hombres son buenos en sí mismos". Es decir, no surge por el interés o por el placer que el otro les pueda reportar, sino porque son conscientes de que el bien del otro es el suyo propio. Ahora que los intereses económicos parecen chocar con los sociales, que parecen existir enfrentamientos entre barrios de una misma ciudad, que los partidos políticos son incapaces de alcanzar pactos, quizá deberíamos recuperar este sentido de amistad.

Porque la amistad aristotélica no surge de una ideología ni de un programa político específico, sino de una concordancia entre personas sobre lo que la felicidad y la buena vida significan. Y me niego a creer que seamos incapaces de llegar a un acuerdo de mínimos sobre esto. No digo que sea fácil, ni que vaya a ocurrir de inmediato, pero lo veo posible. El propio Aristóteles admitía que no era una cuestión sencilla. Al fin y al cabo, "el deseo de amistad surge rápidamente, pero la amistad no".

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