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"Amor de verano: Mis cuatro noches mágicas en Salamanca"

Salamanca

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Conocí a Nuria a través de un amigo y este a su vez conoció a través de internet a su novia de entonces, que era la mejor amiga de Nuri. Corría el año 98. Solo unos pocos conocíamos internet y el Internet Relay Chat (IRC). Debido a ello, conocer chicas por ese medio era poco más que una quimera y, de darse el caso, se consideraba razón de peso para viajar al fin del mundo si era necesario. Yo fui a Oviedo a encontrarme con Nuria.

Tras una noche mágica en el barrio de El Antiguo, me brindó un primer beso. Fugaz, pero inolvidable. De ahí que en agosto fuera a verla a su lugar de veraneo en Salamanca. Ahí pasé cinco de los mejores días de mi vida. Nos encontramos en la estación de autobuses. Tímidos los dos e inseguros tras dos meses de insinuaciones por carta. La primera noche me acompañó a la pensión y me despidió con otro beso fugaz, aún demasiado temprano para romper por completo el hielo, pero sin yo saberlo entonces como prolegómeno del tsunami emocional que se avecinaba.

Al día siguiente quedamos por la tarde. Siempre llegaba con retraso, si bien verla aparecer después de una hora de espera disipaba por completo el malestar. Aquella tarde me propuso ir con unos amigos a visitar un pueblecito del valle del Jerte. Yo solo quería estar a solas con ella. Sin embargo, el rato de incómodas conversaciones con sus amigos mereció la pena, ya que jamás olvidaré la vuelta en el coche, ella dormida con su cabeza apoyada en mi hombro y yo observando por la ventana las estrellas en el cielo de Béjar.

Cuando llegamos, nos sentamos en las escaleras de una iglesia de Salamanca. Esta vez sí, los dos solos. Ahí transcurrió el tiempo en un abrir y cerrar de ojos, entre risas, historias de nuestras vivencias, besos, abrazos y muchas caricias.

Cuando la luz del día nos despertó de ese nuevo oasis de intimidad construido en aquella veraniega noche castellana, supe con total certeza que me había enamorado por primera vez en mi vida.

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