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"Ahora yo soy el abuelo y nadie me prohíbe silbar"

Abuelos como apoyo económico de las familias

Abuelos como apoyo económico de las familias / Unsplash

Jordi Querol

Siempre me ocurre igual: los veranos me aportan alegrías; las Navidades, nostalgia y la Semana Santa, tristezas. Esto último viene de lejos. De niño, cuando pasaba la Semana Santa en Sant Boi con mi familia, siguiendo la tradición, visitábamos todas las iglesias del pueblo y encendíamos una vela en cada una de ellas. Además, no me dejaban cantar ni silbar pero, finalmente, llegaba el sábado de gloria y las prohibiciones desaparecían. Ahora, que ya soy yo el abuelo y nadie me prohíbe silbar, camino por mi barrio y, bajo un cielo muy azul, disfruto observando los árboles que, entrados en primavera, revientan coloreados de verde. No obstante, este estupendo panorama telúrico que me rodea en Barcelona sirve de soporte a una especial tristeza que nada tiene que ver con iglesias ni religiones. Estoy apenado pensando en Catalunya, en las obsesiones de sus gobernantes y en sus múltiples incompetencias.

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