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"Adiós a una época dorada del deporte"

Open de Australia: Rafa Nadal - Adrian Mannarino

Open de Australia: Rafa Nadal - Adrian Mannarino

Si uno revisa la historia de deportes como el fútbol, el tenis o la Fórmula 1, no tardará en percibir una línea ascendente y progresiva: los mejores han sido cada vez mejores, los número uno llegaban más lejos que sus precedentes. Si Niki Lauda logró tres mundiales, Michael Schumacher se hizo con siete, igualados por Lewis Hamilton. Rod Laver se retiró a sus 41 años habiendo alzado hasta once trofeos Grand Slam, cifra que Roger Federer alcanzó cuando contaba con apenas 26 años. Leo Messi se ha hecho con seis balones de oro cuando Johan Cruyff no pasó de los tres.

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Sin embargo, por primera vez, los nuevos destinados al estrellato (los Verstappen, Medvedev, Mbappé) no parece que vayan a superar a sus predecesores. ¿Azar de una pléyade inigualable? Mejor sigamos las lecciones de la historia.

En el arte, los periodos llamados clásicos, dorados (el siglo V a.C. ateniense, el Renacimiento italiano) son aquellos en los que se logra un perfecto equilibrio entre tendencias históricamente oscilantes y en disputa: tendencia a lo vulgar o a lo elevado, al hieratismo o al histrionismo. Tal vez, así, el deporte esté a punto de dejar atrás su primer periodo clásico. Mientras las generaciones anteriores apenas contaban con sofisticaciones técnicas y su combustible era lo puramente humano (la pasión por el juego, la dedicación absoluta, el hambre de títulos), en las nuevas, el peso de lo técnico (dietas, preparación física, estrategias computacionales) quizá ha ahogado el instinto y los motores humanos. En los Messi, Hamilton o Nadal han confluido hambre y dieta, ambición y estrategia en la armonía propia de lo clásico. Ahí están sus frutos, los récords que hemos disfrutado en los últimos 15 años. Su época dorada concluye, y la historia no enseña a predecir nuevos oros.

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