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A la larga, todos contentos

José Minguell Calvo

Turismo, una palabra que evoca placer a unos, molestias a otros. ¿Quién no ha planificado sus vacaciones? ¿Quién no se ha planteado la eterna duda entre mar o montaña, ciudad o campo? Todos ansiamos esos días en los que podemos disfrutar de la cultura, la gastronomía y las características propias del lugar escogido. Pero esas mismas personas, pueden sufrir en sus carnes la manera peculiar que tienen algunos turistas de disfrutar de esos días de relax.

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Todos tenemos en la memoria las quejas de los vecinos de un barrio de Barcelona, que tuvieron que aguantar estoicamente las malas maneras de un grupo de turistas extranjeros que, lejos de integrarse en las costumbres de la zona, se comportaron como si de los últimos días de Pompeya se tratara. Que el turismo sea la gallina de los huevos de oro, no implica que todo vale, y sobre todo, cuando existen terceras personas que están lejos del beneficio directo de unos pocos.

Regulación, por su puesto,  y especilamente, cuando en el terreno de juego no solo juegan dos equipos sino el campo entero. El hecho de que seamos más restrictivos a la hora de establecer una norma, ¿restará turistas? Es posible, pero ¿a caso no lo hacemos en otros aspectos de igual manera? ¿Todo vale? ¿No están para eso las instituciones, las leyes, las normas...? ¿Nos interesa un turismo así?

Ya que los principales causantes de los problemas derivados de un turismo incómodo son precisamente los malos turistas, y no parece importarles mucho, hagamos lo posible para no ponérselo tan fácil. A la larga, todos contentos.

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