Marta Olazábal

Proteger la salud ante
el calor de la ciudad

Marta Olazábal

Proteger la salud ante
el calor de la ciudad

Marta Olazábal, investigadora del Basque Center for Climate Change (BC3) participó en un encuentro en vídeo en los canales de Youtube y Facebook de EL PERIÓDICO, el 20 de junio, a las 18.30 horas.

Textos: Michele Catanzaro
Infografías: Ricard Gràcia
Ilustración: Leonard Beard

Durante su doctorado, la experta en adaptación urbana al cambio climático Marta Olazábal se dio cuenta de que algo fallaba en la estrategia de Bilbao. El municipio subvencionaba la mitad del aislamiento térmico de las fachadas. La otra mitad tenían que pagarla los vecinos y luego recuperarla con el ahorro en climatización.

Parecía una ganga, pero algunos habitantes de los barrios más pobres no lo veían así. “Decían que por qué tenían que invertir si ellos no ponían nunca la calefacción para ahorrar”, recuerda la investigadora. Finalmente, quienes gozaban de la ayuda eran los más ricos.

Esa experiencia le enseño que adaptar las ciudades a un clima cambiante no es trivial. Hay soluciones aparentes que no van a servir nunca. Y hay que escuchar a muchas personas distintas, especialmente las más vulnerables, para descubrir lo que funciona.

La concentración de espacio edificado propicia el efecto "isla de calor" en las ciudades.

La climatización y otras actividades incrementan la temperatura de las calles urbanas.

El asfalto, con su capacidad de absorción, es uno de los principales responsables de la isla de calor.

La presencia de agua es uno de los factor que ayuda en la reducción de temperatura en la ciudad.

La presencia de vegetación es la medida más eficaz para suavizar el calor en entornos urbanos.

Lo que seguramente no vale es mirar para otro lado y seguir con las ciudades “de siempre”. El cambio climático es una de las principales amenazas para la salud en las ciudades. Eso es por el efecto “isla de calor”: la gran acumulación de material edificado de las ciudades añade grados extra de temperatura a un clima ya de por sí en calentamiento.

Una consecuencia de ello son las olas de calor draconianas sufridas por las ciudades españolas en los últimos años y el aumento en las urbes del número de noches tropicales – aquellas que tienen temperaturas mínimas superiores a los 20 grados.

Eso se traduce en más muertes, ingresos hospitalarios, partos prematuros y accidentes. Y estos problemas no se reparten por igual: la población mayor y pobre se lleva la peor parte, por su vulnerabilidad.

Efectos en la salud de las islas de calor

⚰️

La mortalidad, sobre todo en personas mayores y por causas respiratorias y cardiovasculares

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Los ingresos hospitalarios

👶🏻

Los partos prematuros

💥

Los accidentes laborales y de tráfico

Una década después de su doctorado, Olazábal se ha convertido en experta en la adaptación de las ciudades al calor. En enero de este año lanzó un proyecto de investigación sobre el tema financiado con las prestigiosas ayudas del European Research Council (ERC).

La investigadora apunta a una serie de medidas de emergencia, como los refugios climáticos. Por ejemplo, bibliotecas o museos climatizados abiertos por la noche, espacios con sombra y agua, etcétera.

Barcelona es un buen ejemplo de esta estrategia”, afirma. Sin embargo, las soluciones más sólidas son las que requieren tiempo e inversión: la mejora del aislamiento de las viviendas y el rediseño del espacio público.


Por eso, Olazábal se preguntó su la plétora de planes de adaptación producidos por las ciudades es realmente efectiva. La investigadora desmenuzó 60 planes de todo el mundo y descubrió grandes huecos.

“Hay planes que miden la eficacia de construir un parque en número de árboles. En realidad, deberían mirar si el parque reduce la temperatura y capta agua de escorrentía, quienes lo usan y si en las viviendas alrededor la calidad de vida mejora”, explica. Lo que más falla en los planes es la financiación y la regulación vinculante. “A veces, se reducen a sencillas recomendaciones”, constata la investigadora.

Nacida en Bilbao, en 1981, Olazábal estudió ingeniería ambiental. Sin embargo, sus intereses viraron pronto de la industria (gestión de agua y residuos) hacia “cómo mejorar las condiciones ambientales con beneficios sociales”, explica.

Tras trabajar en sostenibilidad urbana en el centro de investigación Tecnalia, empezó un doctorado en la Universidad de Cambridge, de 2008 a 2010. La investigadora terminó su tesis en 2012, ya en el Basque Center for Climate Change (BC3), donde ahora trabaja.

Una de sus especialidades es el Fuzzy Cognitive Mapping, un sistema para desarrollar mapas de conocimiento semicuantitativas. En otras palabras, este proceso permite integrar el conocimiento de muchos actores distintos en el análisis de la adaptación climática.

Por ejemplo, Olazábal relata cómo estos mapas, a mediados de la década pasada, revelaron el impacto de las olas de calor en las escuelas de Madrid, un actor del sistema que la administración no había tomado en cuenta en su planificación del problema.

Un reportaje de EL PERIÓDICO