Entrevista

Eduardo Bravo: "En el peronismo conviven lo más inteligente y lo más salvaje"

El escritor madrileño Eduardo Bravo publica ‘AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón’ (Autsider Cómics), libro en el que repasa la historia del movimiento popular argentino incidiendo en sus aspectos trágicos a la vez que en su naturaleza esperpéntica, desde los desmanes del cuerpo parapolicial conocido como Triple A hasta los delirantes robos de cadáveres (el más famoso, el de Evita) a los que fueron proclives peronistas y antiperonistas. La historia es dramática, pero en muchos casos, como el del peronismo, tiene un lado cómico.

El escritor Eduardo Bravo.

El escritor Eduardo Bravo. / Jordi Otix

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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-Dígame, ¿por qué le resulta tan fascinante el peronismo?

-Primero que todo, por su complejidad. El peronismo es un movimiento que difícilmente se entiende fuera del contexto sociopolítico argentino, y desde fuera resulta fascinante por lo hermético, por lo difícil de entender. También, porque es un movimiento que no está desfasado, que no está acabado, que empezó en 1945 y a día de hoy sigue vigente, levantando pasiones y odios en Argentina. Es un movimiento que ha sabido sobrevivir al líder y adaptarse a las necesidades del país en cada momento. Y por supuesto, por sus contradicciones, sus miles de contradicciones.

-¿Por ejemplo?

-Bueno, sin ir más lejos, el peronismo alberga en su interior cosas tan imposibles de conciliar como un peronismo de ultraderecha, de derecha, moderado, de izquierdas y de izquierda revolucionaria. Y todos son peronistas, y todos tienen que mostrar lealtad al líder y quererse como militantes. Ya sabe: la sexta verdad del peronismo es que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Es un movimiento que tiene grandes figuras, como Evita y Perón, y que tiene malos malísimos como López Rega o toda la parte del sindicalismo más reaccionario. La fascinación está en esa complejidad: el peronismo no es algo sencillo de explicar.

"Es un movimiento que tiene grandes figuras, como Evita y Perón, y malos malísimos como López Rega"

-Peronismo “mágico”… Como el realismo mágico pero en peronista.

-Recurrir a “peronismo mágico” fue algo intencionado, es verdad. También habría podido poner “peronismo esotérico”, pero “mágico” abría todo ese campo. Pero además, sí que hay un vínculo con el Caribe mágico: López Rega, uno de los hombres que más influyó sobre Perón y sobre Isabelita, y que viene a ser el máximo representante del peronismo esotérico, era iniciado en magias caribeñas, magias de Cuba y de Brasil.

Bravo, durante la presentación del libro en la Llibreria Finestres con Kiko Amat.

/ Jordi Otix

-Un mago en la corte. Eso sí que suena exótico.

-Es verdad que choca vincular un movimiento político a la magia, o al esoterismo, pero se nos olvida que desde tiempos inmemoriales la política ha estado muy vinculada a la magia. Los césares recurrían a los augures para saber si era bueno o no tomar determinadas decisiones, o empezar una guerra, por ejemplo, y más recientemente, en los años 30, el vidente Hanussen marcó el Berlín del nazismo. Reagan tenía una vidente y Jordi Pujol tuvo una bruja. Son cosas que parecen delirantes porque barnizamos la política con un halo de respetabilidad, pero luego el político no deja de ser humano, y como humano es imperfecto y adolece de esas inseguridades y esos miedos que tenemos todos como individuos.

"Desde tiempos inmemoriales la política ha estado muy vinculada a la magia"

-Me llamó la atención la presencia de tanto cadáver exhumado, robado, transportado, guardado en altillos, mutilado, maltratado… Hacen de todo con los cadáveres. ¿Qué le pasa al peronismo con los cuerpos de los muertos?

-Es una cosa ambivalente, una mezcla entre no respetar nada los cadáveres y respetarlos mucho. Por un lado hay un uso vengativo: hacerte con un elemento tan simbólico como es un cadáver digamos que te da poder sobre tu contrincante. Por otro lado hay un elemento de fascinación por el cuerpo que está muy vinculado con el culto al líder. Al fin y al cabo, el hecho de que a Evita se la embalsame es el punto final de la consideración que tuvo como ser sobrenatural, y en el caso de Perón, igual. No se cuenta en el libro, pero el cadáver de Perón fue mutilado posteriormente también. Así que sí, hay una relación extraña con los cadáveres. En el peronismo, al fin y al cabo, pueden convivir lo más inteligente y lo más atávico, lo más salvaje, como ir a un cementerio y robar un cuerpo en estado de descomposición.

-Ha llegado a saber mucho de Almirón. ¿Qué impresión le produce este personaje escurridizo, que siempre se sale con la suya?

-Es una mezcla de espanto y de no entender cómo es posible que una persona como él haya muerto inocente, por lo menos desde el punto de vista judicial. Y lo mismo López Rega. Porque ni siquiera es una cuestión de su capacidad como personas malvadas, creo que es algo más sistémico, y es que ellos eran beneficiarios de un sistema que funcionaba para unos pocos. ¡López Rega se entregó en Miami! Se entregó porque nadie, ni la Interpol ni la policía de Estados Unidos, siempre tan eficaz, nadie dio con él durante décadas. ¿Por qué? Porque nadie quería dar con él. Y nadie dio con Almirón durante años. ¿Por qué? Pues porque nadie quería dar con Almirón. Y lo mismo pasó con Morales, o con Rovira, o con otros de sus compañeros en la Triple A. Mueren inocentes, sin llegar a ser juzgados. No es que fueran más inteligentes, es que tuvieron una cobertura que les permitió actuar de manera impune y escapar a la justicia.

"El hecho de que a Evita se la embalsame es el punto final de la consideración que tuvo como ser sobrenatural, y en el caso de Perón, igual"

-El franquismo parecía hecho a medida para estos personajes. Mire a Almirón, un hombre con semejante historial convertido en guardaespaldas de Fraga.

-Sí, ni siquiera fue una cuestión de omisión, fue una cuestión de acción. Estas personas jugaron con unas ventajas que el resto de los mortales no tenemos. Sin ir más lejos: que Fraga te llame y siendo tú López Rega te diga: “Tienes tres días para abandonar el país”, es una cosa que el resto de los mortales jamás tendremos. Todo porque estas personas no dejaban de ser colaboradoras de sus intereses.

-¿Cuál es la palabra que emplearía para describir la relación entre el somatén catalán y la Triple A? ¿Inspirador, quizá?

-Yo creo que sí podría ser una especie de inspiración. Quiero dejar claro, porque en esta ola de revisionismo hay gente que acusa directamente a Perón de la creación de la Triple A, que yo ahí me desmarco: creo que Perón no era una persona tan zafia como para poner en marcha algo así. Él era más inteligente. En cambio, de lo que no tengo duda es de que Perón en un momento dado dijese “aquí lo que hace falta es un somatén”, y que alguien, en un momento dado, porque nunca falta, esa persona entregada y sumisa y servil que piensa, “vamos a darle esa satisfacción al líder”, dijera, “si esto es lo que quiere el líder, vamos a dárselo”. De todas maneras, me gustaría anotar que la violencia siempre ha estado muy presente en la sociedad argentina, y el somatén no era una cuestión originalísima. Los sindicatos ya llevaban a cabo ese tipo de acción directa.

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-Leyendo su libro uno se indigna y se ríe al mismo tiempo. ¿Se divirtió escribiéndolo?

-A mí es que el tema me encanta, y me parece que se presta a emplear el sentido del humor. Efectivamente, dentro de todo lo dramático que se cuenta en el libro hay cosas que también son divertidas, o esperpénticas, que por supuesto no deben rebajar el dolor y el dramatismo de muchas de las cosas que se cuentan. Por ejemplo, el robo del cadáver de Aramburu no deja de ser estrambótico, cómico, pero también dramático, y a la vez, que sea dramático no debe hacernos olvidar que Aramburu fue quien ordenó el bombardeo de Plaza de Mayo en el 55. El propio bombardeo de Plaza de Mayo no es una cosa divertida, pero cuando te cuentan que unos señores decidieron liberar la patria argentina bombardeando el centro neurálgico de la capital del país, matando a decenas de civiles, dices, es que esto no cabe en ninguna cabeza, es delirante. Tiene un dramatismo llevado a tal extremo que se convierte en esperpento.