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Rompiendo el enroque: un plan de acción para la descarbonización de Catalunya

La transición energética la tenemos encallada por culpa de la poca valentía política para aceptar las consecuencias de hacer el camino y por ciertos colectivos que piensan que, si la economía colapsa, todo irá mejor

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La eólica bate un récord de generación al cubrir el 56% de la producción eléctrica

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Asociamos nuestro bienestar a cierta cantidad de innovaciones que generalmente se han desarrollado a lo largo del siglo XX. Así, el invento de la electricidad, la difusión del automóvil, el despliegue del avión a precio asequible, la red de agua potable, la penetración de la electrónica, la masificación de la radio y la televisión, la mecanización de la agricultura, la llegada de los ordenadores, el uso del teléfono y el conocimiento de la refrigeración de alimentos y del aire acondicionado son algunos de los inventos que nos hacen conscientes de la mejora del bienestar de la sociedad. Hay muchos más, como el descubrimiento de la penicilina o más recientemente la inteligencia artificial. O mejoras sociales, como la gratuidad sanitaria y de la enseñanza, o el sistema de pensiones.

¿Cuál será el desarrollo que tendrá que figurar en el siglo XXI? No tengo ninguna duda que será el freno al cambio climático y la adaptación a él por parte de la humanidad. Por eso no entiendo a los que no dan este valor a las acciones para hacer la transición energética que nos tiene que llevar a frenar el cambio climático y a dejar un planeta más habitable a nuestros hijos. No entiendo cómo no se ve la gravedad de las malas cosechas, la escasez de agua, el estrés de las plantas, la desaparición de especies, la futura pérdida de actividad económica, en definitiva, la llegada de la ruina ambiental y económica, el hambre en muchos países y los desplazamientos masivos de emigración. No comprendo cómo se bloquean ante unos aerogeneradores que serán visibles en el horizonte, o por placas fotovoltaicas encima de los tejados o en ciertos campos. No percibo qué es lo que explicamos mal para que la gente no lo vea y me acuse, por ejemplo, de estar pagado por poderes fácticos para decir lo que digo o ser insensible detrás de una hoja de cálculo.

La transición la tenemos enrocada por culpa de la poca valentía política para aceptar las consecuencias de hacer el camino y por ciertos colectivos que piensan que, si la economía colapsa, todo irá mejor. Si la economía colapsa vendrán las cartillas de racionamiento, porque el sistema no será capaz de garantizar la producción y la circulación de productos hasta los usuarios.

El lunes pasado, mientras estaba en las Jornades sobre Energies Renovables i Sobirania, pensé que había que actuar: ya iría siendo hora de dejar de invertir todos los esfuerzos en hablar y debatir. Es cierto que hay muchos argumentos que hay que rebatir, como que los ciudadanos de Barcelona no tienen derecho a estropear territorios para obtener su energía, o que habría suficiente con placas fotovoltaicas en los tejados para satisfacer la demanda de energía futura. Pero por más que lo explicamos topamos con gente que no quiere escuchar, incapaz de ser relativos y ver que los efectos de lo que va viniendo son infinitamente superiores a sus valores de cambio de paisaje.

La solución creo que pasa por implicar todo el mundo y romper estereotipos. Por ejemplo, si en cada pueblo ponemos un parque de 8 hectáreas, posiblemente romperemos ciertos argumentos de por qué yo sí, y los otros no, y haremos la mejor pedagogía.

He empezado a hacer el ejercicio por la Garrotxa. En esta comarca hay 21 municipios y tiene un consumo energético equivalente de 1.234 GWh, que la transición energética podrá llevar hasta 500 GWh invirtiendo en nuevas tecnologías. Si se ponen placas en todos los tejados se podrían obtener 212 GWh, el biogás podría aportar 120 GWh y los parques de 8 ha. podrían aportar 268 GWh, con lo cual la comarca se podría equilibrar haciendo este camino. La solución parece razonable.

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El problema de los parques pequeños es la dificultad de evacuar la energía producida en la red eléctrica, muy difícil si la línea es de 25 kV y tiene clientes conectados a ella. En la Garrotxa hay 3 líneas de transporte eléctrico a 132 kV que cruzan el territorio. Esto hace más fácil la conexión de estos parques pequeños en la red, quedando solo el problema del coste de la conexión. Una posibilidad seria pedir a la administración que ayude a sostener el coste de la conexión desde los parques hasta la línea. Pero otra es agrupar parques de los municipios próximos y hacer la conexión de forma mancomunada. Así, si el parque de Maià de Montcal junta su línea con el de Beuda, con el de Besalú y con el de Sant Ferriol, el coste de la conexión a 132 kV podría estar repartido entre los 4 parques. Lo mismo pasaría con Argelaguer, Tortellà, Sales de Llierca, Montagut y Sant Jaume de Llierca. O con los parques de Castellfollit de la Roca, Vall de Bianya y Sant Joan les Fonts. O con Ridaura, Olot, Les Preses y la Vall d'en Bas. O con Santa Pau, Mieres, Sant Aniol de Finestres, Les Planes d'Hostoles y Sant Feliu de Pallerols.

Este camino tendría que venir por imposición de la Generalitat, de forma que ningún municipio se pueda negar a poner su aportación. Los 947 municipios de Catalunya podrían aportar una energía de 12.120 GWh, lejos aún de los 32.000 GWh de la fotovoltaica en tierra que se necesitará en Catalunya, cosa que quiere decir que todavía habrá que hacer grandes parques en tierra, además de los eólicos. Pero el camino, haciéndolo así, romperá el enroque en el que nos hemos puesto todos. En las comarcas de Girona, por ejemplo, con los parques de 8 ha., más el parque eólico de Roses, la cobertura energética en 2050 podría ser total.

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Habrá que presentar la propuesta al Consell Comarcal de la Garrotxa e intentar atraer la complicidad de los 21 municipios. En la comarca hay cierta experiencia en colaboración público-privada, con ejemplos de éxito como el de la fibra óptica y tiene un alto consenso en promover una comarca sostenible, tanto desde los responsables de los parques naturales como desde los empresarios, pasando por todos los políticos y por la mayoría de la gente.

Como dijo el viernes Josep Lagares, en la presentación del concierto de la Simfònica de Cobla i Corda, las pequeñas acciones pueden conducir a grandes transformaciones. Solo hay que pensar en grande. Y actuar.