Política y Moda

Liz Truss, cuando vestirte de Dama de Hierro no te convierte en Thatcher

Los tiempos, la sociedad, los canales de comunicación han cambiado e intentar aplicar las estrategias de hace 40 años no tiene sentido. Y aunque para llegar a Downing Street se ahorró unas elecciones, obviar que para gobernar tienes que seducir a la opinión pública ha acabado siendo su sentencia

Liz Truss.

Liz Truss. / TOBY MELVILLE / REUTERS

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Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

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En estos 44 días de mandato, Liz Truss no se ha quitado la pena de encima. A los dos días de ser nombrada primera ministra por Isabel II, la reina falleció (y muchos nos hemos quedado con la sensación de que el 'tour' que realizó el féretro de la monarca ha durado más que el mandato de la conservadora). Las dos semanas que siguieron, marcadas por el luto nacional, obligaron a Truss a vestir de negro riguroso.

Quizá por ello pasó desapercibido el atuendo que utilizó para renunciar a su cargo. Casualmente, lucía el mismo modelo azul marino que en su discurso de inauguración. Tal vez, en apenas un mes (si descontamos el duelo), a esta mujer no le ha dado tiempo ni a desembalar las cajas de la mudanza, ni colgar la ropa en el armario o ni siquiera a cambiarse de atuendo. De hecho, al comparar los dos momentos (el de su llegada el 6 de septiembre y el del anuncio de su marcha, este pasado jueves 20 de octubre) pocos elementos podrían darnos la sensación de que haya pasado el tiempo. Solo la incorporación de medias tupidas al 'look' y las hojas caídas (en Londres, a diferencia de aquí, ya ha llegado el otoño).

Si seguimos con el tradicional juego de las siete diferencias, llegaremos a señalar el color de sus tacones (de un crema al inicio pasó a un zapato negro al final) y también la tonalidad de la corbata de su marido (plantado en ambas ocasiones detrás, a la derecha) que cambió de azul ('tory') a morada (mortaja).

Porque así como en la despedida de Boris Johnson se concentró un significativo número de trabajadores y compañeros del ex primer ministro para darle apoyo (y quién sabe si para montar alguna que otra fiesta…); para el breve discurso de salida de Liz Truss únicamente la acompañaba su pareja y una sonrisa a lo Gioconda, para no desvelar sus emociones en tan delicado momento (cabía procurar interpretar el papel de 'la Dama de Hierro 2' hasta el final).

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Aunque criada en una familia progre y de izquierdas, Liz Truss se vistió de Margaret Thatcher para conseguir que los 'tories' la eligieran como líder en las primarias de este mismo verano. Lo logró, pero fue víctima de su propia mentira. La melena corta rubia, ponerte una blusa con lazada, subirte a un tanque, posar con un sombrero de pelo delante del Kremlin... Como apuntó el 'Financial Times' en un perfil sobre la nueva figura en el poder, Truss había recreado una imagen pero no había hechos que apuntalaran aquella apariencia. Porque reproducir los estilismos y escenas más icónicas de la Dama de Hierro no te convierte automáticamente en ella.

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Los tiempos, la sociedad, los canales de comunicación han cambiado e intentar aplicar las estrategias de hace 40 años no tiene sentido alguno. Y aunque para llegar a Downing Street se ahorró unas elecciones, obviar que para gobernar tienes que seducir a la opinión pública ha acabado siendo su sentencia. Antes de empezar su mandato, sus índices de popularidad ya estaban por los suelos. Era evidente que desde hacía semanas la cosa pintaba malamente (Truss, Truss). No solo los mercados, la ciudadanía y parte de su partido reaccionaron negativamente a sus reformas fiscales; hasta el gato Larry, la mascota de Downing Street, le dio la espalda cuando la nueva primera ministra trató de ofrecer un gesto de presunta amabilidad y cercanía al acariciarlo. Dicen que los felinos son muy independientes, pero os aseguro que Larry se había mostrado mucho más receptivo con los anteriores inquilinos. Para qué encariñarte con alguien que no va a quedarse mucho, debió considerar el minino.

Pero si hay un símbolo, y una vencedora, de esta crisis política esa es la lechuga Iceberg. El pasado 11 de octubre, 'The Economist' comparó los días en el poder de Truss con la vida útil de un vegetal. El tabloide satírico de izquierdas 'Daily Star' tomó nota de la metáfora y en una muestra de humor británico (tan acertado como hiriente) retransmitió en directo un duelo entre una lechuga con una peluca rubia y la foto de la política para comprobar quién resistiría más tiempo. El jueves, cuando el reloj digital que acompañaba la escena marcó las 13.57 horas, se anunció la victoria del vegetal. Un final tremendamente cruel.