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Los sonidos del silencio

Jesús Quintero era el maestro del silencio, pero también de las miradas profundas que buscaban pacientemente respuestas sinceras, medias sonrisas picaras que encerraban complicidad para el pecado o pudor que se daba por entendido

JESÚS QUINTERO EN IMAGEN DE ARCHIVO

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Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

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Cuando me llegó la noticia de su muerte me quedé muda y me sorprendieron unas repentinas ganas de echarme a llorar en mitad de la calle. Incomprensible: no lo conocía. Pero supongo que aprendí tanto de él que eso me hizo quererlo sin yo saberlo. Cómo no apreciar al profesor que te hizo ver que la locura (libertad) no te hacía raro sino especial y diferente ante aquellos que nunca desisten en someternos a su supuesta cordura (los reconocerán porque repiten mil veces aquello de "esto siempre se ha hecho así, no vengas tú ahora a cambiarlo")... Jesús Quintero era el maestro del silencio, pero también de las miradas profundas que buscaban pacientemente respuestas sinceras, medias sonrisas picaras que encerraban complicidad para el pecado o pudor que se daba por entendido. También mimaba las puestas en escena. Ay, ese micro dorado que recordaba que cada palabra es oro y es mejor no malgastarlas. Y, por supuesto, ese sofisticado y característico estilo indumentario de poeta bohemio (qué maravilla sus fulares) donde el perfecto y estudiadísimo estado de descuido y desaliño se contemplaba elegante. Además de a pensar y reflexionar, el Loco me demostró que aquello que desde muy pequeña ya llamaba mi atención (y acabaría convirtiéndose en mi profesión) tenía un valor. Jesús Quintero fue un maestro de la comunicación, de la comunicación no verbal...

Uno de los elementos más esenciales de la comunicación no hablada es el silencio. El secreto de la persuasión y seducción de los discursos de Barack Obama eran precisamente las pausas. Tan seguro estaba de su mensaje que le permitía al oyente que lo digiriera, asimilara y gestionara. Para que la información se convierta en conocimiento es esencial una transición basada en la interpretación del contenido ofrecido y es necesaria la pausa. Cuando no se tiene miedo a lo que se afirma, uno deja tiempo para que las palabras reposen. En el lado opuesto al silencio profundo que proponía Quintero encontramos hoy a la mayoría de políticos y tertulianos con sus diarreas verbales. Si los oyes puedes llegar a pensar lo bien que hablan y cuánto saben; pero cuando atiendes a lo que están transmitiendo, sin pararse ni siquiera a respirar un segundo, escuchas ruido. Es decir, la nada y el más inmenso de los vacíos. El silencio -el tiempo para la reflexión y el reposo- percibido y vendido como un error de la comunicación. ¡De locos!

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En cambio, los sonidos del silencio son innumerables. El del acompañamiento, el del respeto, el de la fatiga, el de la indiferencia, el del deseo... También el de la denuncia ante una injusticia. Uno de los silencios más impactantes de los últimos años en la comunicación política fue el protagonizado por Pili Zabala en un debate electoral para las elecciones de Euskadi en 2016. La hermana de Joxi Zabala, asesinado por el GAL, le preguntó a Alfonso Alonso (PP) si la consideraba víctima del terrorismo. Ante el repentino tartamudeo del popular, Zabala lo miró (atravesó) en silencio.

Cuando llega el silencio, intensifica la belleza y la bondad de lo que se dice, hace, piensa, defiende o admira. Pero del mismo modo, el silencio recalca la fealdad, mezquindad, fallo o sumisión de una situación, comportamiento o actitud. Por ello también se lo teme. Porque a veces el silencio se convierte en el peor de los cómplices. Antes de cortarse la coleta en sororidad con las mujeres iraníes, es lo que le echó en cara la eurodiputada sueca de origen iraquí, Abir Al-Sahlani, a Josep Borrell en el Parlamento Europeo. Porque el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores no dijo ni pío (silencio cobarde) del asesinato de Masha Amini en la cumbre de la ONU celebrada hace unos días en Nueva York.

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Y es irónico que Jesús Quintero acabara siendo víctima también de uno de los peores silencios: la censura. TVE se negó a emitir su entrevista a José María García, donde el periodista deportivo señalaba a Florentino Pérez de mafioso. El Loco se volvió a los cuerdos y les advirtió que aquel silencio maldito que le imponían era intolerable y la muerte de la profesión. Y con un silencio lleno de dignidad, los muteó y se marchó.

Viva Jesús Quintero y sus sonoros silencios.

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