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Isabel II: cómo pasar a la posteridad

De joven, la Reina buscaba la silueta 'lady' y clásica. Pero si no quieres pasar de moda, no sigas las tendencias. Si hiciéramos un repaso a la historia del poder, los líderes que logran la posteridad tienen un estilo definido que los distingue del resto.

Preocupación por el estado de salud de la reina Isabel II de Inglaterra. En la foto, recibiendo a Liz Truss, en su última aparición pública. / JANE BARLOW / POOL / REUTERS / VÍDEO: EUROPA PRESS

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Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

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La última imagen de Isabel II fue este mismo martes, cuando encargó a la primera ministra Liz Truss formar gobierno desde Balmoral. Pese al bastón que la acompañaba y una mano manchada de hematomas (tan típica de la vejez), la soberana se mostró como una adorable anciana con una encantadora sonrisa y una apropiada y patriótica falda de tartán escocés que combinaba con una fina rebeca beige y una blusa azul cielo ('look', por cierto, por el que mataría cualquier moderna retro urbana de hoy). Su aspecto, por tanto, no era malo para una mujer de 96 años que se antojaba eterna. Además, comprobamos que aún tenía humor para pintarse los labios de rosa (a excepción de los mensajes televisivos, siempre se maquilló ella misma).

En la que ya es su última instantánea, Isabel II portaba su sempiterno Launer colgado del antebrazo. Obviamente, no metía las llaves de palacio ni dinero; pero le servía para comunicarse con sus asistentes. Si al conversar se lo cambiaba de mano era porque deseaba finalizar la charla. Si lo dejaba sobre una mesa, a los cinco minutos quería acabar aquella reunión. Y si en mitad de la conversación dejaba su bolso en el suelo, estaba pidiendo socorro a su personal para que la sacaran de algún apuro. No era el único código indumentario en su atuendo. Como monarca prefirió no hablar mucho, pero a través de su atuendo podía enviar muchos mensajes. Como sucedía con Merkel, con los 'outfits' de la soberana británica se podía conformar toda la carta Pantone. Vestir de colores alegres no solo tenía un componente psicológico -en su discurso al inicio del confinamiento apareció de verde esperanza y rindió también un homenaje a los sanitarios-; a seguridad le servía para identificarla al instante entre la multitud. No era supersticiosa, el amarillo era su color favorito. Los sombreros (contaba con 5.000 tocados) iban a juego cromáticamente y aunque es un accesorio muy 'british', para ella era como ponerse la corona de reina. Le recordaba que debía servir al pueblo. 

Pero este uniforme compuesto por vestido y abrigo a conjunto se instauró definitivamente al cumplir 50 años. De joven, la Reina buscaba la silueta 'lady' y clásica. Pero si no quieres pasar de moda, no sigas las tendencias. Si hiciéramos un repaso a la historia del poder, los líderes que logran la posteridad tienen un estilo definido que los distingue del resto. Isabel II decidió entonces crearse un atavío atemporal con el que se la recordara para siempre. Sin embargo, sus aficiones eran el campo, la caza, los caballos y pasear a sus perros y para ello se enfundaba unos pantalones de montar, una americana de lana, las botas altas de agua y un pañuelo en la cabeza. Una imagen que dista mucho de los ostentosos vestidos que ha lucido a lo largo de su vida. Aunque el de coronación es majestuoso por la capa de terciopelo y la impresionante corona (según ella misma explicó, tuvo que aprenderse el discurso de memoria porque si hubiera bajado la cabeza al leer se hubiera partido el cuello por el peso de la joya); el de boda merece especial atención. Cuando la princesa Isabel decidió casarse (1947), las consecuencias de la posguerra aún provocaban que la ropa se tuviera que adquirir a través de cartillas de racionamiento. Ella misma empezó a ahorrar cartillas, pero cuando el pueblo se enteró (los más fieles) empezaron a hacerle llegar las suyas para que la futura reina tuviera un vestido en condiciones. Se devolvieron todas las cartillas y Churchill accedió a concederle 200 cupones. Como el de coronación, el de novia también fue diseñado por Norman Hartnell, el modisto de la Casa Real de la época, y estaba inspirado en 'La Primavera' de Botticelli.  

En 1992, contrató a Angela Kelly como asesora de imagen. Kelly, quien para la entrevista de trabajo en palacio vendió su lavadora y compró un vestido "elegante", acabó siendo la mejor amiga de su majestad y se mudó con ella a vivir después de la pandemia. Era tal su influencia que en 2018 la acabó convenciendo para dar nombre a un premio de la London Fashion Week y compartir 'front row' con la reina de la moda, Anna Wintour.

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Isabel II fue educada para reprimir sus emociones. En 70 años de reinado solo se ha emocionado en público en siete ocasiones, la última vez en marzo en una misa en recuerdo a su marido. Hasta hace poco, expresar los sentimientos se consideraba un signo de debilidad y vulgaridad en un líder (más si eras mujer y pretendías transmitir autoridad). Esa imagen de fría, distante y rígida se convirtió en un lujo y una pesadilla cuando murió Diana. Nadie entendía cómo la soberana podía mostrarse tan poco empática ante unos súbditos conmocionados por la dramática muerte de la princesa del pueblo. Fueron finalmente los índices de popularidad de la Corona tras el funeral de Lady Di los que le abrieron los ojos: los tiempos habían cambiado y necesitaba a un equipo de comunicación que renovara el mensaje de una institución anacrónica. De ahí que en 2012 accediera a ser rescatada por James Bond para llegar a tiempo a la inauguración de los JJOO de Londres o que, más recientemente y de manera encantadora, hiciera un cameo con el oso Paddington para dar paso a golpe de cucharilla de té al 'We will rock you' de Queen en el concierto musical por su jubileo de platino. 

Actualmente, ocho de cada diez británicos la contemplaban con buenos ojos. Sin duda, LA REINA.