La contraportada

Cómo comportarse en... la llegada de septiembre

De cómo encarar las inquietudes autumnales que agrietan el acantilado antes imperturbable que las olas, con la persistencia de los días, van laminando

¿Qué lesiones pueden provocar las mochilas del cole en los niños?

¿Qué lesiones pueden provocar las mochilas del cole en los niños? / Epi_rc_es

2
Se lee en minutos
Josep Maria Fonalleras
Josep Maria Fonalleras

Escritor

ver +

La felicidad debe consistir, lisa y llanamente, en estar en el lugar donde querrías estar. Después, establecemos pactos con nosotros mismos y con el entorno en función de lo que tenemos a nuestro alcance. No se trata de deprimirse porque no se dan las condiciones exigibles, sino de pensar que puede haber alternativas plausibles y viables para que los deseos primigenios se disuelvan en una solución de posibilidades aceptables. Es importante, en este sentido, no fijarse un hito inalcanzable o un objetivo demasiado ambicioso. Adecuar las propias expectativas a la realidad y pensar que la felicidad también es posible (por lo menos en dosis homeopáticas) cuando no se alcanza la cima. De hecho, muchas veces, la cima es un espejismo perdido entre las nieblas de las altitudes, y ese lugar que debía ser excelso e insustituible se vuelve insulso y mezquino justo cuando llegas. Somos complicados, al fin, y resulta que siempre querríamos habitar donde no estamos, incluso cuando estamos allí donde pensábamos que queríamos estar.

La teoría toma un vuelo impresionante cuando abandonamos las vacaciones y volvemos a la normalidad laboral, porque es una evidencia flagrante que la gran mayoría de mortales experimenta una fuerza motriz hacia la felicidad directamente proporcional a la cantidad de días que faltan para volver a la trabajo. También hay quienes, hartos del ocio y del lento discurrir de las horas, del chapotear o el vagar, de las excursiones náuticas y fluviales, de los deportes de riesgo o de la somnolencia canicular, quisieran ser inmediatamente en el lugar asignado, dispuestos a soñar de nuevo, enseguida, en otro paraje. Y así hasta el infinito. 

Todo es muy relativo y muy ondulante, excepto en el caso de los chavales, que saben a ciencia cierta que la felicidad se concentra y se concreta en la inmediatez, sin necesidad de formular ningún tipo de concepto ni de vivir en la presión de la aprehensión de las cosas como son. Para ellos (¡ellos, sí!!) la habitación es la profundización del espacio (lo que quieren, allí donde quieren estar) sin noción del tiempo. Por eso, la vuelta a la escuela, que representa la irrupción del futuro, es traumática. Porque se dedica a resquebrajar el acantilado antes imperturbable que las olas, con la persistencia de los días, van laminando. Quizá por eso es recomendable, de adulto, mantener aspiraciones nulas, no desear demasiado, evitar que las decepciones (el tiempo es el actor principal de este drama) se vayan acumulando como un poso que se convierte en un montón de escombros.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Noticias relacionadas

Alguien me podrá decir (y no puedo negarlo) que esta es una actitud negativa, incluso egoísta y nada solidaria. A la defensiva, sin involucrarse en el devenir del mundo. Contemplativa, en el mejor de los casos. Pero tengo a favor referentes terapéuticos tan notables como el Rousseau que se tumbaba en la barca y se dejaba empujar Dios sabe a dónde.

Unos científicos acaban de demostrar que tengo un doble en algún lugar del mundo (han asegurado que todos lo tenemos) que no solo es como yo, sino que, además de compartir conmigo un elevado número de rasgos genéticos también tiene un carácter y una conducta similares. Quizás el lugar al que quiero ir es el suyo y quizás él quiere estar allí donde estoy yo. O puede que no. Quizás él vive la mar de tranquilo y sin inquietudes autumnales.