Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO

Huyamos de las sectas, familias

Los grupos de manipulación psicológica son una amenaza -otra más- para nuestros hijos. Démosles herramientas para que no pisen ese fango.

Las sectas están detrás de muchos tablones de anuncios donde se promocionan terapias, retiros o cursos de formación.

Las sectas están detrás de muchos tablones de anuncios donde se promocionan terapias, retiros o cursos de formación. / David Castro

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Olga Pereda
Olga Pereda

Periodista

Especialista en educación y crianza.

Escribe desde Madrid

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Contra el alcohol. Contras las drogas. Contra el acoso escolar. Contra los pederastas… A nuestros hijos e hijas les prevenimos contra la maldad. Es nuestro papel y nuestra obligación. Cuando empiezan a ser mayores y se asoman al mundo, nos ponemos el traje del sargento Esterhaus y -perdonadme el guiño ochentero de 'Canción triste de Hill Street'- les pedimos que “tengan cuidado ahí fuera”.

Pocas veces, sin embargo, se nos ocurre alertar contra las sectas. ¿Sectas en el siglo XXI? Sí. La palabra evoca grupos relacionados con las religiones, túnicas blancas y chamanes iluminados y barbudos tipo Osho (fundamental el documental 'Wild Wild Country', en Netflix). Ahora las sectas se han diversificado. “Se han extendido por el mundo de la autoayuda, la filosofía, el crecimiento y el desarrollo personal, lo terapéutico y sanador, el empoderamiento y las capacidades”, nos alertaba hace tiempo en estas mismas páginas Luis Santamaría del Río, que lleva 23 años investigando los grupos de manipulación psicológica y es miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).

Las sectas también han puesto un pie en el fanganoso campo de las criptomonedas. Pululan por el mundo digital presuntas academias que ofrecen presuntos cursos sobre cómo hacerse millonario gracias a las monedas digitales. Suena y huele mal, como demostró hace ya tiempo Carles Tamayo, youtuber que publicó los primeros reportajes de investigación sobre la criptosecta. 

En EL PERIÓDICO hablamos, en su día, con varias madres cuyos hijos están captados. Ellas no lo vieron venir. Pensaron que el curso online de 'trading' al que se apuntaron sería beneficioso para su formación. ¿Qué padre no quiere ampliar la educación de sus hijos? El testimonio de estas mujeres es desgarrador. Tú y yo también podemos ser esas madres.

Y no, no vale el argumento de “cojo a mi hijo y le saco de los pelos de la secta”. No funciona así. “No hay discurso racional frente al adepto”, comenta Laura Merino, psicóloga especializada en grupos de manipulación destructivos. Los padres que quieren recuperar a su vástago -que, a lo mejor, incluso se ha ido de casa- jamás deben criticarle ni decirle que está metido en una secta. Por más duro que suene, su labor es la de acompañarle emocionalmente y recordarle que está ahí para lo que necesite. Es un calvario. Pero en algunos casos, hay luz al final del túnel. De una secta se puede salir. Se sale mal, pero se sale. Eso sí, una vez fuera toca reconstruirse. 

La psicóloga Merino cuenta que, antiguamente, para los exadeptos había un proceso llamado desprogramación. Consistía en tomarle por la fuerza y hacerle entender lo perjudicial del grupo. No tuvo ningún éxito. Durante años, la psicología científica ha elaborado otro método con evidencia: consejo para la salida.

Retiros sanadores

Si sigues pensando que las sectas son cosas del pasado y de religiones absurdas, te animo a que te fijes en cualquier tablón de anuncio que tengas cerca de tu casa. Seguro que encontrarás carteles de retiros sanadores, terapias con las que tu ansiedad y tu estrés desaparecerán, conferencias donde los ponentes revelarán “la verdad”, meditaciones con las que conseguirás un estado zen permanente y ‘renacimientos’ y donde aprenderás a respirar de manera consciente y conectada. Ponte el radar anti-secta y duda de todo. Y sospecha de todo porque, además, las sectas y las pseudoterapias van de la mano.

Fomentar el espíritu crítico de nuestros hijos es también enseñarles a dudar de las verdades absolutas. Así que deberíamos incluir a las sectas en nuestra lista negra de cosas que pueden dañarles junto con el alcohol, las drogas, el 'bullying' y la pederastia.

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Si tus hijos son mayores y estudian en la universidad -templos del conocimiento- también debes tener encendidas las alarmas porque los tentáculos de las sectas alcanzan las facultades. Hay asociaciones universitarias depredadoras que se inventan un nombre científico para camuflar y blanquear su verdadero objetivo: captar adeptos. Por ejemplo, se llaman instituto de investigación, una expresión con la que buscan darse un barniz científico. Hay asociaciones que promocionan cursos bajo la falsa premisa de que mediante técnicas alternativas (sin respaldo científico) es posible aumentar el rendimiento académico. 

Encendamos las alarmas, familias. Y recordemos a nuestros hijos e hijas que tengan cuidado ahí fuera. Démosles herramientas para que sepan que los vendedores de crecepelo no son solo figuras cinematográficas.

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