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Pedro Sánchez y Pere Aragonès: relaciones tóxicas

La presencia de Sánchez impresiona y aunque Aragonès quiso mantener cierta seriedad (que se note que estoy enfadado), los fotógrafos captaron como lo (ad)miraba

Pedro Sánchez y Pere Aragonès se saludan durante su encuentro en La Moncloa.

Pedro Sánchez y Pere Aragonès se saludan durante su encuentro en La Moncloa. / DAVID CASTRO

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Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

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Llevaba meses reclamando el ‘president’ de la Generalitat un encuentro a solas con el presidente del Gobierno español. Temas y polémicas a tratar no faltaban. Pedro Sánchez le aseguraba a Pere Aragonès que encontraría el momento, pero parecía que todo era mucho más prioritario que su cita. Armado de paciencia y perseverancia, al fin logró la reunión. Viajó a Madrid en tren con una sola asa de su mochilita al hombro y en la puerta de Moncloa se puso algo nervioso. Quiso recolocarse la corbata y la americana para el posado; pero al haber subido ya la escalinata (Sánchez solo baja los peldaños si se trata de Biden), más que un gesto de coquetería parecía que se estuviera buscando la cartera (cosa que no estaría mal, con políticos nunca sabes) o intentando detectar el pulso. A la entrada de palacio se produjeron dos apretones de manos. En el primero, Aragonès titubeó. No sabía dónde mirar, si a su interlocutor o a las cámaras. La presencia de Sánchez impresiona y aunque el catalán quiso mantener cierta seriedad (que se note que estoy enfadado), los fotógrafos captaron como lo (ad)miraba (lo entiendo, a mí también me saldrían destellos de los ojos si Obama me alargara la mano). Pese a todo, esta vez no miró al suelo para saber cuál era su lugar protocolario a adoptar, regalando una foto como la de junio de 2021 en la que bajaba la cabeza y parecía estar reverenciando encima a su anfitrión. 

Aragonès llegó a Moncloa sin una hoja o un dosier de propuestas o reclamaciones bajo el brazo. Y si lo había no se vio sobre la mesa. Ya en su última visita a Moncloa, la carpeta era prácticamente inapreciable (si la comparamos con la que llevaron antes Quim Torra o Artur Mas). Los carpesanos de Angela Merkel o las libretas de Aitor Esteban siempre han provocado admiración (mira, ¡uno que trabaja!). Fijarse en este detalle de la puesta en escena podría llevar a interpretaciones precipitadas, pero las ruedas de prensa posteriores corroboraron la tesis. Una hora y 45 minutos para acordar que se reunirá la mesa de diálogo a finales del mes de julio. Bravo. 

¿Quién no ha sufrido o conoce a alguien que haya vivido a una relación tóxica? No siempre son parejas. También puede tratarse de un familiar, un amigo, un compañero de trabajo o un presidente del Gobierno. Para que se propicie una relación tóxica es indispensable que la víctima se encuentre algo bajo de moral o autoestima. Porque cuando estás desesperado, bajan las defensas (la intuición) y te agarras a un clavo ardiendo. Como con cualquier tipo de droga, al principio te autoengañas y convences de que lo puedes dejar cuando quieras. Es más, aseguras que eres tú quién se está aprovechando de la situación. Una amiga que afirma que no se va a colgar porque solo quiere una manta para pasar el invierno o un ‘president’ que solo quiere a alguien al otro lado de la mesa.

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Pero poco a poco, las ausencias y desplantes que creías dominar cada vez te afectan más. Empiezas a darte cuenta que aquellos descuidos -hacer ‘ghosting’, no invertir ni la mitad de lo presupuestado o dedicarle una sola frase al conflicto catalán en el debate del estado de la nación- son en realidad faltas de respeto que no vas a tolerar más. Pero las permites porque en el fondo has acabado pensando que no mereces o vas a encontrar nada mejor (si no le das apoyo vendrá el PP y Vox). Así que empiezas a ignorar o justificar los feos que te dedica (es que tiene mucho trabajo). Si bajas las expectativas, así sufrirás menos, te dices. Y cada vez te haces más y más chiquito.

Obviamente, para mantenerte enganchado, el otro equilibra sus ofensas con zalamería. "Nunca nadie me ha gustado tanto como tú" o "indulto (revisable) para los presos políticos". A oídos de las demás son solo embustes, pero tú sientes que contigo será diferente. ¿Requisito imprescindible para que triunfe una mentira? Alguien que necesite creérsela. Pero, por suerte o por desgracia, la realidad no se cansa de insistir para que abras los ojos. Llegan señales constantes y graves de alerta para que te alejes (como escuchas ilegales); rompas definitivamente ese tipo de relación. Quizá en el futuro, cuando te reconstruyas, puedas mantener otra de igual a igual, pero ahora es imposible.