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La “ciencia” racista detrás de la matanza de Búfalo

Exdoctorandos de un centro de investigación catalán desenmascaran a un científico cuyas publicaciones racistas inspiraron al autor de la matanza de Búfalo (EEUU). El investigador forma parte de un círculo de académicos cuyos deficientes trabajos son encumbrados por la extrema derecha.

Agentes de policía en el lugar donde se ha producido el tiroteo racista en Búfalo (Estados Unido), que se ha saldado con 10 muertos.

Agentes de policía en el lugar donde se ha producido el tiroteo racista en Búfalo (Estados Unido), que se ha saldado con 10 muertos. / EFE / BRANDON WATSON

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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El 14 de Mayo de 2022, un individuo entró en un supermercado de Búfalo (EEUU) y mató a tiros a 10 personas afroamericanas. Payton Gendron, el joven investigado por la masacre, publicó un largo manifiesto en el cual reivindicaba la superioridad de las personas blancas.

En esos días, Àlex Mas Sandoval, un biotecnólogo de 32 años de Sabadell, se encontraba en un congreso en Boloña, donde está haciendo un posdoctorado. “La gente empezó a comentar el manifiesto en los pasillos, en Twitter , en las ponencias”, recuerda el joven investigador.

Genética de poblaciones

Todos se quedaron atónitos al ver que el texto sustentaba sus tesis racistas en publicaciones científicas de su sector: la genética de poblaciones. Esta disciplina estudia como varía el ADN en los grupos humanos. 

Por ejemplo, Mas investiga cómo se han mezclado los tres componentes genéticos de las poblaciones mestizas latinoamericanas: el nativo americano, la herencia de los colonizadores y la del tráfico transatlántico de esclavos. “Aún hoy, en las ciudades latinoamericanas, en ciertos barrios prevalece una u otra herencia”, explica.

El joven científico compartió enseguida la noticia en un grupo de mensajería de exdoctorandos del Institut de Biologia Evolutiva (IBE-CSIC), de Barcelona, que hoy trabajan en instituciones repartidas por el mundo. 

Estudios supremacistas

Con la ayuda del grupo, Mas fue revisando una a una las publicaciones citadas por el homicida. Así dio con un filón de trabajos firmados por Michael. A. Woodley, un académico británico entonces afiliado a la Universidad Libre de Bruselas (VUB). 

En esos artículos, el científico especulaba con que la especie humana tiene subespecies que coinciden con las razas. O que el cociente de inteligencia francés se ha reducido por la mezcla con otros pueblos del mundo. 

El científico Michael. A. Woodley.

/ Steve Conrad

“Son artículos científicamente inadecuados. Usar la genética de poblaciones para argumentar el racismo clama al cielo”, explica Mas. “Hace décadas sabemos que es imposible dividir a las personas en razas. La diversidad genética es un continuo y en ningún lugar del mundo puedes trazar una línea que diga: aquí hay una raza y aquí otra”, explica Mas. 

El concepto de población empleado en su sector es arbitrario y se utiliza para comprobar hipótesis, explica el genetista. “La existencia de razas humanas no está en discusión. No hay un debate científico sobre este asunto”, resume Mas.

Circulos de extrema derecha

El grupo de exdoctorandos no conocía a Woodley, pero su nombre no es nuevo para Angela Saini, autora de “Superior. El retorno del Racismo Científico” (Círculo de Tiza, 2021). “Woodley es una figura clave en el pequeño círculo del racismo científico”, explica la periodista científica. “El manifiesto está lleno de nombres de ese grupo. Sus publicaciones circulan entre los grupos racistas y supremacistas blancos. Lo más inquietante es que ese se utilizara este material como parte de la justificación de esa atrocidad”, comenta Saini. 

Varios de los estudios racistas citados por el manifiesto vienen de la psicología evolutiva y están firmados por individuos afiliados a instituciones académicas de reputación dudosa, explica Mas. Lo singular de Woodley es que sus publicaciones son de biología y está afiliado a instituciones serias.

Fallo institucional

“Esbozamos un manifiesto [“Stop al racismo en la Academia”] y pedimos los comentarios de otra gente del sector. También lo enviamos a unos investigadores de la VUB, para alertarlos de que esa persona estaba trabajando allí”, explica Mas.

El 1 de Junio el grupo publicó el manifiesto en internet, con las firmas de casi 100 investigadores.a A la vez que la información se escampaba por los medios belgas y más tarde en el New York Times

Esa misma tarde, la VUB anunció que suspendía “de común acuerdo” la afiliación de Woodley y que iniciaría una investigación sobre él. En una declaración escrita, la VUB afirma que nunca pagó a Woodley, sin aclarar quién le pagaba ni cómo le contrataron. La universidad dice que Woodley está “devastado” y no toma posición respecto a sus publicaciones racistas. Mientras tanto, los impulsores del manifiesto han recibido ataques de extrema derecha a través de las redes sociales.

“¿Por qué Woodley no fue vetado de entrada? Es tan fácil controlar su perfil. No debería ser necesaria una matanza para verlo. No es cuestión de libertad de expresión. Se trata de mantener unos estándares mínimos de calidad. La gente no va a confiar en la academia si ve que hay investigadores que se escudan en ella para defender su ideología”, afirma Saini. Saini y Mas coinciden en que el caso revela un fallo mayor en las instituciones científicas. 

El lenguaje de la ciencia

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Pero el asunto más peliagudo son los artículos legítimos de genética de poblaciones que el asesino de Búfalo reinterpreta para justificar su racismo. “Esta disciplina tiene impacto en el pensamiento de la sociedad, más allá de los resultados científicos. Hay que tener en cuenta de entrada que se puede tergiversar”, afirma Mas. 

“La genética de poblaciones, pero también la medicina y la ciencia en general, tiene que esforzarse más para aclarar que la raza es una construcción social sin base biológica. De momento, las publicaciones tienen una incertidumbre en su lenguaje que es fácil de explotar”, concluye Saini.