Entender + el turismo

Verano de 2022: Del covid a la inflación

Julio, a la vuelta de la esquina, y agosto son los meses preferidos de los españoles para sus vacaciones. Las de 2022 vienen con ganas de viajar, después de dos años con restricciones por la crisis sanitaria del covid. Primer verano de pospandemia, sí, pero con una inflación que golpea duramente el bolsillo del ciudadano y que encarece desplazamientos, comidas y alojamientos. Pedro Aznar, de Esade, y Francesc González Reverté, de la UOC, arrojan luz sobre el sector.

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Pedro Aznar y Francesc González Reverté

El turismo es un motor de la economía española. La actividad turística, que antes de la pandemia representaba el 12,4% del Producto Interior Bruto de España, supuso el 5,5% del PIB en 2020, según la Cuenta Satélite del Turismo, publicada por el INE a principios de este año. Es el porcentaje más bajo de toda la serie histórica. En los cuatro primeros meses de 2022 el número de turistas que visitaron España rozó los 15,8 millones. En el mismo periodo de 2021 llegaron 1,8 millones. Los principales países emisores en el primer cuatrimestre fueron Reino Unido (por encima de tres millones de turistas), Alemania (con casi 2,3 millones y un incremento del 575,6%) y Francia (con más de 2,1 millones, un 418,2% más). Las comunidades que más turistas recibieron en ese periodo fueron Canarias, Catalunya y Andalucía.

La escalada de precios no perdona al turista

Pedro Aznar. Profesor de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade

Ahora que, hace nada, hemos vivido una semana con temperaturas más propias de agosto que de junio es un buen momento para reflexionar sobre el impacto que el turismo tendrá en la economía española. En un contexto de noticias económicas que no invitan al optimismo: inflación no vista en 40 años, subidas del tipo de interés, bolsas con temor a la recesión y una prima de riesgo que empieza a despertar, parece que el turismo podría ser una de las pocas alegrías de la economía española.

Los últimos datos disponibles en el Instituto Nacional de Estadística (INE) hacen referencia al mes de abril. De acuerdo con la estadística de movimientos turísticos en frontera (Frontur) en abril de 2022, han visitado España 6,1 millones de turistas, cuando en 2021 entre ola y ola de covid no llegaron al millón. Quizá la comparación más adecuada es prepandemia: en abril de 2019 nos visitaron 7,2 millones de turistas. Por tanto, estamos relativamente cerca de los niveles previos a la pesadilla que ha supuesto la pandemia. Volvemos a las tendencias del pasado, con Reino Unido, Alemania y Francia como principales emisores y con Catalunya como la comunidad autónoma que más turistas recibió, superando ligeramente a Baleares y Canarias. 

El ahorro acumulado por las familias y las ganas de vacaciones apuntan a una fuerte demanda

Los datos de Semana Santa suelen ser un buen indicador anticipado del verano que nos espera, y lo visto hasta ahora apunta a una fuerte demanda. Hay dos componentes que lo explican: el ahorro acumulado por muchas familias en la pandemia y un factor psicológico, ligado a las ganas del consumidor de recuperar y volver a experimentar lo que significan las vacaciones.


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El precio medio por habitación de hotel ocupada aumentó en abril un 36,3%

¿Cómo afecta esta situación a los precios de los hoteles? Hay dos fenómenos que se dan la mano y que van en la misma dirección. Cuando aumenta la demanda, hay más turismo que el año pasado, el precio sube, pero a ello se suma el aumento de costes que los hoteles experimentan. Cuando una empresa aumenta sus costes, no siempre es fácil repercutir en el precio final, depende de factores como la competencia o la sensibilidad del consumidor a pagar, pero con una demanda creciente, como la que se va a vivir en verano, el traslado de costes al precio final es más fácil. No se trata de teoría, lo dicen los datos. La encuesta de coyuntura turística hotelera, con datos de abril de 2022, avala este argumento. Ese mismo mes el precio medio por habitación ocupada aumentaba un 36,3%. Este precio medio por habitación ocupada depende de dos factores, el precio medio facturado y el grado de ocupación, es decir, cuántas camas del hotel se ocupan en promedio cada noche. El grado de ocupación hotelera ha sido del 61,8% este abril, casi el mismo valor que el pasado agosto, y la recuperación del turismo internacional me hace pensar que este verano podemos batir récords. Los hoteles tienen una oferta limitada. En un destino concreto el número de plazas hoteleras es el que es en base a la oferta hotelera que exista. Cuando se acerca a su ocupación máxima, si hay demanda pueden aumentar precios, y parece que es lo que ocurrirá. En abril, la tasa de precios hoteleros fue de prácticamente el 30%, una tasa que multiplica por tres la inflación media de la economía. Como dato curioso, el precio medio más alto se ha dado en Marbella.

Para muchas familias una semana o dos de vacaciones es un auténtico lujo

Un elevado aumento del turismo, fruto en gran medida del turismo internacional, no debe hacernos olvidar que para muchas familias una semana o dos de vacaciones es un auténtico lujo. Uno de los males que aquejan, sin duda, a la economía española es la fuerte desigualdad y sabemos por experiencia que, además, la inflación contribuye a esa desigualdad. Como siempre, es importante no confundir los datos macroeconómicos con el día a día de muchas familias, y las políticas orientadas a reducir una hiriente desigualdad deberían ser prioritarias, eso sí, formuladas con rigor, coherencia y teniendo en cuenta sus efectos. En el corto plazo, y a pesar de los elevados precios, la fuerte demanda y la elevada tasa de ocupación, implica que se creará empleo, la economía crecerá y se recuperará parcialmente la rentabilidad hotelera, una industria que ha vivido momentos muy complicados. Queda pendiente el debate de si volvemos a caer en la misma debilidad estructural de siempre, la excesiva dependencia del turismo. En todo caso, no es culpa del turismo sino de nuestra incapacidad para generar un entorno atractivo a la inversión que diversifique nuestra economía en sectores de más productividad.

En definitiva, y antes de desearles a todos ustedes un feliz y merecido descanso, hay dos certezas con las que podemos contar. Por una parte, que por el mismo hotel al que fueron el verano pasado pagarán más. La otra certeza es que a la vuelta de las vacaciones aquí seguiremos para seguir analizando la realidad compleja de nuestra economía

Viajes y pandemia: ¿ha cambiado algo?

Francesc González Reverté. Director del Grado de Turismo de la UOC

La dureza con la que la pandemia del covid ha golpeado al sector turístico ha hecho emerger un debate acerca de la posibilidad que la crisis sanitaria desate un giro transformador del turismo. Se trata de una discusión abierta antes de la pandemia; esta ha arrojado gasolina a un fuego ya latente. A grandes rasgos, el guion de la transformación del turismo se sustenta sobre dos argumentos. En primer lugar, que el turismo no puede continuar siendo una actividad sujeta a las fuerzas de la globalización neoliberal, que determinan las condiciones de juego y generan desequilibrios y desigualdades sociales, económicas y territoriales. En segundo lugar, se sugiere que el turismo, como agente de la globalización, tiene responsabilidad directa sobre las crisis sistémicas, tales como la emergencia climática o las crisis sanitarias. Las alternativas que los críticos ofrecen al modelo turístico vigente son ciertamente creativas, variadas y sugerentes. La apuesta por la socialización del turismo, el turismo humano, el turismo regenerativo o el decrecimiento como estrategia para la desmaterialización son algunos ejemplos de nuevas propuestas paradigmáticas que, de prestarse otra ocasión, prometemos explicar con más detalle.

La preocupación por el medio ambiente, y no tanto el riesgo sanitario, explica la voluntad de hacer turismo de otra manera

Para profundizar en este debate, generalmente de carácter especulativo, hemos tenido la ocasión de plantear una investigación empírica acerca de las consecuencias de la experimentación de la pandemia sobre los cambios de hábitos y comportamientos entre los turistas españoles. A partir de una muestra de 500 turistas se les ha preguntado hasta qué punto haber experimentado en primera persona la pandemia del covid afectará a su manera de viajar en el futuro. Los resultados han sido realmente sorprendentes, ya que se detecta que no existe una correlación directa entre haber contraído la enfermedad o sufrido sus efectos económicos y cambiar la manera de viajar. En cambio, algunos elementos de origen sociocultural, como la actitud ambiental previa, es decir la preocupación por el entorno y el medio ambiente, sí que explican la voluntad de cambio. 

El riesgo sanitario puede provocar rechazo, precaución o escepticismo

El estudio ofrece algunas pistas acerca de cómo se construye el concepto de riesgo por parte de los turistas cuando se enfrentan a una crisis sanitaria. Se distinguen tres principios de riesgo sanitario que inducen a los turistas a comportarse de maneras muy diferentes. En primer lugar, existe un principio de rechazo. Una parte de los turistas manifestaban que tras la pandemia querían transformar su vida y que, en consecuencia, el turismo perdería protagonismo y prioridad, dedicando menos presupuesto y realizando menos viajes en el futuro. 

El segundo principio detectado es el de precaución. Un número importante de turistas hacen una lectura de su experiencia con el covid en clave adaptativa. Manifiestan la voluntad de viajar pero asumiendo menos riesgos, por ejemplo evitando alojamientos de gran capacidad y destinos con grandes volúmenes de turistas o viajando cerca de casa, pero solamente mientras la percepción del riesgo es elevada.

Un tercer principio asociado al riesgo es el de recuperación. Una parte importante de los turistas señalan que no van a cambiar sus hábitos de viaje y son escépticos ante el riesgo sanitario como elemento para viajar en el futuro. Esta visión mezcla optimismo (o, para algunos quizás, ingenuidad) y confianza en el turismo, pero sobre todo ganas de recuperar la normalidad.


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Entonces, ¿cómo pueden repercutir estas actitudes ante el riesgo en los destinos? Tomemos como ejemplo los destinos de sol y playa, que se encontraban en el ojo del huracán durante la pandemia. A pesar de que los turistas declaraban querer viajar menos a estos lugares durante el momento álgido de la pandemia, pocos son los que declaran tajantemente que dejarán de hacerlo en el futuro y no precisamente por el precio. Destaca el hecho de que muchos turistas los perciben como lugares de confianza, desde el punto de vista del riesgo percibido. Las características inherentes de estos destinos los hacen menos vulnerables al riesgo, especialmente para los segmentos que las conocen bien y las han experimentado previamente, con frecuencia en familia. Factores socioculturales como la familiaridad, proximidad y la accesibilidad parecen jugar muy a favor de estos destinos. Pero también aspectos de su estructura urbana, como la amplia oferta de actividades y alojamiento que ofrecen. 

Una de las principales lecciones que nos deja la pandemia es que los gestores de destinos deben tener en cuenta la construcción social del riesgo si quieren comprender mejor el comportamiento de sus turistas y visitantes.  

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