Entrevista

Melba Escobar: "El espíritu comunitario ha reemplazado al Estado en Venezuela"

La escritora y periodista colombiana publica en España ‘Cuando éramos felices y no lo sabíamos’ (Ariel), la crónica de los cuatro viajes que hizo a Venezuela en 2019 y 2020 con el objetivo de descifrar la esquiva realidad venezolana. Dando voz al venezolano de a pie, el libro desmonta algunos de los lugares comunes habitualmente aplicados al país suramericano.

Melba Escobar, fotografiada en Barcelona.

Melba Escobar, fotografiada en Barcelona. / JORDI COTRINA

7
Se lee en minutos
Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

ver +

-Un viaje siempre es una herramienta para desactivar prejuicios. ¿Cómo cambió su visión de Venezuela después de esos cuatro viajes? ¿Qué perspectiva le dio?

-No tenía muchas ideas previas. Tenía el recuerdo de haber crecido en un país donde Venezuela era el vecino rico, y la conciencia de que de un momento a otro había venezolanos  en Bogotá escarbando en la basura. Quizá quería entender por qué pasó lo que pasó, y lo que descubrí y comprendí es que había un malestar social totalmente justificado, una ruptura dentro de la sociedad. Entendí que lo que había pasado no era del todo inexplicable.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

-Todos los países latinoamericanos tienen unas tasas altísimas de desigualdad, y la Venezuela de Chávez y Maduro no es la excepción. De hecho, usted escribe que el socialismo de Chávez no es más que otra forma de desigualdad. ¿Cómo es exactamente esa desigualdad? ¿Se refiere a la creación de la nueva casta de ricos?

-En parte. Chávez empezó bien, y además se benefició del precio del barril de petróleo. Eso le permitió hacer lo que hizo en los primeros años, construir escuelas, hospitales… Eso produjo una gran alegría, pero luego ese globo se desinfló y él se fue radicalizando y enfermando de poder, hasta que acabó siendo un tipo multimillonario que hacía todo lo que decía que iba a corregir. Lo que pasó con la nueva oligarquía que creó el ‘chavismo’ es que tenía muchas ganas de revancha, y simplemente quitaron a los otros y se pusieron ellos. Hoy en día no hay institucionalidad de ningún tipo, los que están en el Gobierno actúan como gángsteres y no hay mucho más. Y todo esto me hace pensar pensar en la victoria de Petro en Colombia.

"Lo que pasó con la nueva oligarquía que creó el ‘chavismo’ es que tenía muchas ganas de revancha, y simplemente quitaron a los otros y se pusieron ellos"

-¿Por qué?

-Porque a diferencia de Europa, donde el socialismo tiene un punto de partida en el que ya hay una igualdad de base, en América Latina es tal la desigualdad, la necesidad y la urgencia en la que viven millones de personas que la expectativa es monumental. En Colombia está claro que hay millones de colombianos que ahora mismo están esperando una transformación muy rápida, y si no ocurre así se va a producir mucha frustración. Esos niveles de presión que se viven en América Latina muchas veces llevan al fracaso, porque simplemente no se puede reventar todo por todas partes al mismo tiempo.

-“¿Cómo hizo semejante megalómano para hipnotizar a un pueblo entero?” Se lo pregunta usted misma en el libro, y creo que es una pregunta que solo se puede responder hablando con la gente, como usted hizo. ¿Cómo la contestaría?

-La contestaría diciendo que Chávez era un símbolo. Chávez representaba al pueblo, era la persona que había crecido sin zapatos, que era de Barinas, una de las regiones más pobres de Venezuela, la persona que vendía fruta con una carretilla. Y racialmente también era del pueblo, lo cual es importante porque hay un tema racial muy fuerte en Venezuela. La política siempre es una narrativa, y en un país tan católico como Venezuela esa narrativa lo mezcla todo, la idea del mesías, la reivindicación de los humildes, que los pecadores paguen. Aun hoy en día venden estampitas de Chávez que la gente se cuelga al cuello como si fuera la Virgen, la gente le reza, le pone velones… Se convirtió en un símbolo casi que religioso.

"En Colombia hay millones de colombianos esperando una transformación muy rápida, y si no ocurre así se va a producir mucha frustración"

-Una dictadura es el control total y una dictadura tropical es la total falta de control, el caos. Lo escribe a propósito de su entrada por la frontera de Paraguachón. Entiendo que en esos cuatro viajes vivió todo tipo de sensaciones. ¿Estar rodeada de caos fue una de ellas?

-Sin duda alguna: siempre, todo el tiempo, tuve la sensación de que cualquier cosa podía pasar. Dicen que hay más armas en Caracas que en ninguna otra parte del mundo y yo creo que puede ser así. Se ven por todas partes, uno entra en cualquier lugar, un restaurante, una farmacia, y siempre hay un letrero que dice ‘prohibido el ingreso con armas’. La gente del común anda armada, a mí me tocó un tiroteo en la calle, en fin… Tuve un poco la sensación de que, como ya no hay una institucionalidad, y no hay nadie que esté contando muertos, pues cada quien… Es como en el Lejano Oeste: cada quien trata de defenderse como puede.

-En alguna parte escribe que nadie protesta porque todos están ocupados en sobrevivir. Y en otra parte escribe sobre el peligro de la normalización. ¿Diría que fue con eso con lo que se encontró? ¿Con un país que ha normalizado la emergencia?

-Sí, sin duda. Estando allí descubrí que la vida sigue, que es algo que para mí no era evidente. La gente sigue celebrando los cumpleaños, riéndose de chistes bobos, tratando de tomarse una cerveza el viernes, así no haya agua, así no haya luz, así no haya comida. La normalidad es un refugio, y eso me pareció de cierta forma refrescante: a pesar de todo, el ser humano quiere sentir que hay una cotidianidad que puede medianamente controlar y que hay unas satisfacciones personales mínimas que es capaz de darse, y eso le da cierto sentido a la vida.

"Uno entra en cualquier lugar, un restaurante, una farmacia, y siempre hay un letrero que dice ‘prohibido el ingreso con armas’"

-La cito: “Cuando ya no se tiene un gobierno, un partido, un conglomerado a quien culpar, no queda más remedio que hacerse cargo, ser fuerte”. ¿Diría que si para algo ha servido toda esta situación de emergencia es para estrechar los lazos comunitarios, hacer que los venezolanos se sientan más unidos entre sí?

-Sin lugar a dudas eso fue un aprendizaje muy grande, el de ver que cuando no hay autoridad, solo queda la comunidad, y ellos eso es lo que están viviendo. Por ejemplo: están cerrando escuelas porque no hay profesores, y no hay profesores porque ya no les pagan el sueldo… Bueno, pues la comunidad se reúne y entre varias madres montan una escuela en su casa.

-Sí, leyéndola me pareció que la solidaridad era una cuestión sobre todo femenina.

-El papel de la mujer es fundamental porque muchos hombres se han ido a otros países a buscar trabajo, a mandar remesas, y las que han quedado son las mujeres, los niños y los ancianos. Son ellas las que organizan los comedores comunitarios, las que hacen vacas para llevar a alguien a Colombia a que lo operen, en fin. Es muy triste que tenga que desaparecer la figura del Estado para que nos demos cuenta de lo que podemos hacer nosotros mismos.

"El papel de la mujer es fundamental porque muchos hombres se han ido a otros países a buscar trabajo, a mandar remesas"

Noticias relacionadas

-Dígame, ¿con qué buen recuerdo se queda de sus viajes?

-La verdad, a mí me impresionó muchísimo el personaje de Samuel, el capitán del Hotel Maruma. Era entrañable, porque insistía en actuar como si todo siguiera igual en este hotel de 400 habitaciones, un hotel que llegó a ser de los más lujosos de Venezuela, y que ahora está completamente decaído, y que en ese sentido es como una metáfora de Venezuela. Uno entra ahí y es sobrecogedor, y Samuel, con su uniforme gastado y su cara de hombre apaleado, flaco hasta los huesos, actuando de la mejor manera, haciendo su trabajo de botones, recepcionista, cocinero, con la mejor sonrisa posible. Eso me conmovió muchísimo, porque pensé que al fin y al cabo siempre tenemos la alternativa de reaccionar ante lo que nos pasa. Samuel hasta el último día iba a estar dando lo mejor de sí en honor, no sé, a los años dorados.