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Hijos de un mismo sol | + Historia

Que la celebración de Sant Joan coincida con la llegada del verano no es casualidad, ni tampoco lo es que casi todas las religiones del mundo tengan el sol como uno de sus principales ejes. Las de ahora y las de antes.

Bronce del Dios Helios de la época romana procedente de Egipto, en el Museo del Louvre.

Bronce del Dios Helios de la época romana procedente de Egipto, en el Museo del Louvre. / Museu del Louvre

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este viernes es festivo porque se celebra el día de San Juan, una de las figuras más importantes del catolicismo y, por tanto, no es extraño que su onomástica coincida con el solsticio de verano, al igual que el nacimiento de Cristo lo hace con el de invierno.

Todos los grupos humanos han tenido y tienen un conjunto de creencias que les han servido para entender el mundo que les rodea y que han sido la base para elaborar las religiones del pasado y del presente. La mayoría se fundamentan en la observación del entorno más inmediato y, además, suelen adaptarse a rituales precedentes. En el caso del cristianismo es fácil seguir ciertas conexiones con religiones previas. Por ejemplo, si nos fijamos en el sol, se puede ver cómo el dios griego que lo representaba (y que después también fue incorporado al panteón romano) y al que llamaban Helios, tenía algunas características que pueden resultarnos familiares; como que a sus esculturas se les colocaba una especie de aureola en la cabeza como después harían los cristianos con los santos. Además, lo consideraban el ojo del mundo, aquél que todo lo veía. Un planteamiento que fácilmente puede recordar al Dios del Antiguo Testamento o a la concepción que tenían los primeros seguidores de Jesús, a quien en la época medieval era habitual llamar la luz del mundo ('ego sum lux mundi', en latín).

De hecho, en las fases iniciales del cristianismo, los creyentes solían rezar las oraciones matinales de cara al sol naciente y los templos eran construidos de tal modo que los primeros rayos solares se filtraran a través de las pequeñas ventanas del ábside, para inundar de luz el interior de la iglesia desde el altar provocando un impactante efecto visual.

Esta vinculación entre Dios y el astro rey se percibe incluso con el día más importante de la semana. El domingo, que es el día del Señor, en algunas lenguas como el inglés (Sunday) y el alemán (Sonntag) mantienen la referencia solar. Y es que en la mitología germánica, la deidad que lo encarna se bautizó como Sun o Sunna. La diferencia respecto al mundo grecolatino es que era una figura femenina.

Ahora bien, tanto en el norte de Europa como en el Mediterráneo, para explicar que el sol iba de un lado a otro, los humanos fabulaban imaginándose que se desplazaba gracias a un carro tirado por animales (caballos, bueyes…). En cambio en el Egipto de los faraones, donde el río Nilo era el eje de la mayoría de creencias y rituales, iba arriba y abajo subido a una barca. Además variaba su forma y nombre según el momento del día o la función que se le atribuía; aunque es cierto que de todas ellas la más importante era la del dios Ra, símbolo de la luz solar y creador de la vida. Durante muchos siglos fue la deidad más importante del panteón egipcio y los faraones, que eran tratados como figuras sagradas por sus súbditos, decían ser sus descendientes directos. El único que intentó cambiarlo fue el faraón Akhenaton, cuando en el siglo XIV a. C. quiso abandonar el politeísmo para fundar una nueva religión con un solo dios. Lo llamó Atón y no era más que el sol. A diferencia de la mitología egipcia tradicional, que representaba a las divinidades con figuras medio humanas medio animales (Ra, por ejemplo, era un hombre con cabeza de halcón y el disco solar en la cabeza); Atón era un sencillo sol que enviaba sus rayos protectores a los fieles. Aunque el poder del faraón era absoluto y los egipcios debían obedecerlo, Akhenaton encontró muchas resistencias para introducir estos cambios. De hecho, al morir se volvió al politeísmo previo y el rastro de su intento de reforma fue eliminado completamente. No quedó ni rastro y no fue hasta principios del pasado siglo XX que los arqueólogos empezaron a descubrir su historia, de la que todavía quedan muchos interrogantes por responder.

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Y así podríamos continuar, saltando de continente en continente, para darnos cuenta de que a pesar de las aparentes diferencias que puedan existir entre etnias, culturas y religiones, la humanidad de todas las épocas siempre ha entendido que el sol es vital para su existencia y le ha otorgado un papel protagonista. Hoy que es San Juan es un buen día para recordarlo.


Absolutismo

El simbolismo solar no se ha limitado a la religión. Un buen ejemplo de su vinculación con el poder político la encontramos en la Francia de los siglos XVII y XVIII, cuando Luis XIV adoptó el apodo de Rey Sol. Era la época del absolutismo y se consideraba que el monarca estaba por encima de todo. Y más en Francia, que era el país más poderoso del momento.