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125 años de 'Els 4 Gats' | + Historia

El 12 de junio de 1897 se inauguró en Barcelona el famoso establecimiento 'Els 4 Gats', un lugar de referencia para los bohemios de la época modernista. Fue un período tan corto como intenso, que ha dejado un recuerdo eterno en la ciudad.

Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem (Museu Nacional d’Art de Catalunya).

Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem (Museu Nacional d’Art de Catalunya).

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Hace 125 años abría sus puertas uno de los locales más emblemáticos de Barcelona. Por allí desfilaron los grandes nombres del modernismo bajo la atenta mirada de Pere Romeu, verdadera alma del local.

Romeu es uno de esos personajes que, si estuviéramos en Reino Unido, la BBC ya le habría dedicado una serie porque siguiendo su biografía se puede apreciar la transformación de Barcelona durante el último tercio del siglo XIX. De joven quiso dedicarse al arte, pero pronto se dio cuenta de que no tenía suficiente talento y abandonó las telas. En cambio, conservó las amistades de esa época de por vida, como Ramon Casas, a quien reencontró años más tarde en un viaje a París.

Esa ciudad entonces no era solo la capital de Francia. Era el centro del mundo del arte y, como tal, era lugar de peregrinación de todos los que manejaban los pinceles. Y, claro, cuando volvían a casa lo hacían deslumbrados. Romeu no fue una excepción y quiso importar algo del ambiente bohemio de la Ciudad de la Luz. Inspirándose en locales como 'Le Chat Noir', abrió 'Els 4 Gats' en los bajos de un edificio que acababa de construir Josep Puig Cadafalch en la calle Montsió, en una de las primeras obras que proyectó en Barcelona.

Casas y otros artistas empezaron a rondar por el local desde el principio. Era habitual ver a gente como Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo. De hecho ellos, junto con Mir, Nonell y Pichot, fueron los primeros en exponer sus obras, porque la voluntad de Romeu era que 'Els 4 Gats' fuera más que un lugar donde comer y beber. Eso sí, nunca fue un cabaret, porque como muy bien explica Paco Villar en su magnífico libro 'Barcelona, ciudad de cafés', el propietario del edificio le había alquilado el local con la condición de que no hubiera mujeres de mala vida. Y con esto no solo se refería a las prostitutas sino también a las actrices de espectáculos que la bienpensante moral de la Barcelona burguesa no aceptaba.

En cambio, sí que copió de los cafés parisinos 'las sombras artísticas', una versión de las sombras chinas pero que Romeu y su grupo intentaron dotar de contenido más elevado. Representaban poemas de literatos ilustres como Joan Maragall, con música de reputados compositores como Enric Morera y los diseños de las siluetas eran, nada menos, que del propio Ramon Casas. Lo que daríamos ahora para poder asistir a ese espectáculo, ¿verdad? Pues fue un fracaso, porque el público lo encontraba demasiado sofisticado.

Más suerte hubo cuando, a partir de 1898, entraron en acción las marionetas de Juli Pi y su hijo. Las representaciones de títeres tuvieron mucha fama y se hacían pases tarde y noche. Además, los domingos también se hacía una función matinal para el público infantil. Y a los artistas que ahora veneramos colgando sus cuadros en los museos no les caían los anillos para colaborar en la confección de los decorados de las obras de Pi. Entre ellos, el colosal Pablo Ruiz Picasso.

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Una de las cosas que nos pasa con estos grandes nombres es que nos los imaginamos ya mayores y consagrados, olvidando que también fueron jóvenes con ganas de pasarlo bien. Cuando Picasso era cliente de 'Els 4 Gats' tenía unos dieciocho años y, según se explica, tenía las mismas ganas de juerga que cualquier chaval de su edad. Eso sí, mientras estaba en el local dibujaba sin cesar. Llegada la medianoche, medio en broma y medio en serio, subastaba una de las obras entre los amigos para pagarse el resopón. Una ensaimada y un chocolate caliente valían 30 céntimos de peseta, según cuenta Villar en su libro.

La vida de 'Els 4 Gats' fue efímera, porque parte de la parroquia se trasladó a otros cafés, quién sabe si empujados por la poca pericia de Romeu que quizás tenía más vocación de ser una especie de relaciones públicas 'avant la lettre' que de gerente que hiciera funcionar el negocio. De hecho, parece que no sabía ni calcular la cantidad de viandas que tenía que comprar para ofrecer la suficiente cena a los comensales. Como hacía corto, las raciones eran misérrimas y la gente se quedaba con hambre.

Finalmente, el establecimiento acabó cerrando en 1903, pero esos seis años quedaron grabados para siempre en la memoria colectiva de Barcelona y nunca lo ha olvidado.


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Atmósfera recuperada

'Els 4 Gats' volvió a abrir como establecimiento de restauración en 1983, con el acierto de conservar la atmósfera de los tiempos de Pere Romeu. Afortunadamente para la clientela, ahora regenta el local la familia Ferré, unos profesionales de la hostelería que ya llevan tres generaciones al pie del cañón en el bello edificio de Puig i Cadafalch de la calle Montsió.

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