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Para plagas, las de Egipto | + Historia

Se ha anunciado que este verano tendremos que convivir con mosquitos, chinches, ratas... y vete a saber qué más. Como parece que nos vamos a convertir en el escenario del ‘remake’ de la plagas de Egipto, hoy les dedicamos el artículo.

Un mosquito en acción.

Un mosquito en acción.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Como si la invasión pospandémica de turistas no fuera suficientemente impactante después de dos años sin la presencia masiva de visitantes, este verano nos espera una serie de plagas: mosquitos, moscas, chinches, ratas... Lo ha anunciado la Asociación Catalana de Empresas de Salud Ambiental. Al parecer, la combinación de altas temperaturas con las últimas lluvias es ideal para que nos convirtamos en una especie de ‘remake’ de las Diez Plagas de Egipto. Aunque solo sea por haber visto ‘Los diez mandamientos’, con Charlton Heston haciendo de Moisés, seguro que les suena. Aquel episodio forma parte del capítulo del Éxodo del Antiguo Testamento, cuando el faraón se niega a dejar salir a los israelitas y Dios le envía las plagas para castigarle.

Los textos sagrados no deben tomarse al pie de la letra, pero sí que hay que leerlos con atención porque, combinados con los conocimientos históricos y científicos que tenemos ahora, aportan informaciones valiosas. De hecho, la diferencia con la actualidad es que en épocas pretéritas no sabían encontrar una explicación racional a determinados fenómenos y se interpretaban como un mensaje divino. Hasta el punto de que ahora podemos anticiparnos a determinados problemas, como las plagas actuales, y tratar de entender qué pasó en Egipto para que en la Biblia se utilicen las plagas para demostrar el poder de Dios.

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Hace unos años, los doctores Joel Ehrenkranz y Deborah Sampson publicaron un estudio sobre el tema en ‘The Yale Journal of Biology and Medicine’. Defendían la hipótesis de que las plagas habrían sido causadas por lo que ahora conocemos como el fenómeno de El Niño, que provoca cambios térmicos en las corrientes oceánicas y desencadena altas temperaturas, lluvias torrenciales y fuertes vientos con unas consecuencias terribles.

En la Biblia, la primera plaga se llama “el agua transformada en sangre”, porque el Nilo se volvió de color rojo y muchos peces y anfibios murieron. Además, durante siete días los egipcios no se atrevieron a beber de aquella agua. Hay que recordar que para aquella civilización, el Nilo era el centro de sus creencias, y por lo tanto, el impacto de verlo teñido de un color que les recordaba la sangre tenía que ser muy grande. En realidad, era debido a un tipo de alga que crece muy rápidamente al superar los 20 grados. Posiblemente el viento del norte ayudó a que subiera río arriba.

Al no hacer tanto frío, las ranas –protagonistas de la segunda plaga– habrían criado en abundancia y quisieron escapar de esas algas tóxicas para ellas saltando fuera del agua. El problema es que la falta de hidratación acabó causándoles la muerte, con el consecuente hedor generalizado por la putrefacción de sus cuerpos.

Luego llegaron las plagas de insectos. Es fácil imaginar que gracias a las lluvias se habrían formado más zonas pantanosas, ideales para su proliferación. Especialmente los mosquitos, que actuaron como vectores de transmisión de enfermedades. Recordemos que otras plagas hablan de la peste y de la muerte de los primogénitos; lo que hace pensar en la existencia de alguna enfermedad como el Virus del Nilo, que las personas de más edad ya habrían pasado antes y ante la que estarían inmunizadas, a diferencia de los niños, mucho más vulnerables porque nunca habrían sido expuestos al virus.

Los animales estabulados también sufrieron la excesiva población de insectos. Algunos tipos de moscas aprovechan las llagas de los mamíferos para poner huevos. Cuando nacen las larvas se alimentan de esa carne y provocan úlceras en el cuerpo de los huéspedes.

En cambio, las famosas langostas llegaron transportadas por los fuertes vientos, que las arrastraron desde el desierto. Justo lo que ocurrió en 1967, cuando fueron desplazadas en grandes cantidades desde Arabia Saudí hasta Egipto. Y es que una de las fuentes de información para los investigadores son episodios históricos que pueden servir de referencia. Por ejemplo, en 1925, en Perú sufrieron un ‘superniño’ que causó plagas de mosquitos, brotes de dengue y malaria y daños en las cosechas. Esperemos que lo que ocurra aquí este verano no sea tan extraordinario para que pase a los anales de la historia.

 


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