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Así se abrió la Via Laietana de Barcelona | + Historia

Esta primavera se celebran las jornadas sobre memoria y espacio público llamadas ‘La Barcelona incómoda’. Uno de los lugares analizados es la Via Laietana, una de las calles que más debate provocan. Y más ahora que se está reformando.

Derribo de edificios para abrir paso a la Via Laietana.

Derribo de edificios para abrir paso a la Via Laietana. / Ballell Maymí / AFB

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este miércoles tiene lugar la cuarta mesa redonda del ciclo ‘La Barcelona incómoda’, y el tema no podía ser más adecuado: la Via Laietana. Si ya normalmente esta calle es motivo de debate ciudadano, desde que se ha iniciado el proceso de reforma que debe durar más de un año, todavía hay más controversia sobre cuál debe ser su futuro. Esto no podemos responderlo, pero siguiendo sus orígenes sí podemos dar pistas para entender por qué despierta tantas pasiones en la esfera pública. La historia siempre ayuda a encaminar el futuro.

Vista desde la plaza de Urquinaona, la Via Laietana puede parecer un larguísimo tobogán que se desliza hacia el mar, pero cuando es observada en un mapa, revela su verdadera esencia. Es una cuchillada honda en el alma de la vieja ciudad, aquel tupido entramado de calles que habían crecido al abrigo de las murallas. Su construcción supuso un corte profundo y la cicatriz todavía supura.

Su ejecución ya estaba prevista en el Plan Cerdà de 1859, pero los grandes inversores prefirieron hacer dinero aprovechando el inmenso espacio que había en el Eixample para edificar sin cesar; fue con el paso de las décadas que la idea de materializar ese proyecto fue cogiendo fuerza. En un momento en que todavía no se soñaba con poder volar y los ferrocarriles estaban en pañales, el transporte marítimo era el principal sistema para comerciar y viajar. Cerdà esto ya lo había tenido en cuenta y por eso había propuesto lo que llamaba Vía A, que no era más que la prolongación de la calle de Pau Claris hasta el puerto. Es decir, hacer una línea directa entre la Barcelona burguesa que reinaba en la cuadrícula ‘eixamplina’ y el principal medio de comunicación.

Para hacerlo realidad, en 1899 el arquitecto Àngel Baixeras se puso manos a la obra con el Plan de Reforma Interior, pero en las arcas municipales solo había telarañas y el consistorio encargó la gestión de la operación al Banco Hispano Colonial, que valiéndose de la ley de expropiaciones forzosas vigente entonces comenzó una gran operación inmobiliaria por la que obtuvo jugosas comisiones. El trazado de la Via Laietana supuso la desaparición de 74 calles y la destrucción de 270 edificios en los que había 2.200 viviendas, que eran el hogar de 10.000 personas, casi todas de clase trabajadora que estaban allí de alquiler y que se quedaron sin nada.

El argumento de la clase dirigente era que se tenía que esponjar los barrios antiguos, donde había demasiada densidad de población. Los prohombres barceloneses soñaban con los bulevares que Haussmann había diseñado en París en torno al Arco de Triunfo. Pero no solo era una cuestión de salubridad, sino también de control. En aquellas calles estrechas era donde solían empezar los conflictos obreros y políticos. Construir una gran avenida ayudaría a mover más eficazmente a las fuerzas del orden para reprimirlos.

La Via Laietana, que se fue construyendo por fases entre 1907 y 1913, se convirtió en el centro neurálgico de los negocios de la burguesía, tal y como demuestra el hecho de que allí se instalaron grandes entidades de la época como Fomento del Trabajo, la Caja de Pensiones, la Banca Jover, el Banco de España y, además, fue donde personalidades destacables fijaron su residencia. El caso más relevante es el del líder del catalanismo conservador, Francesc Cambó, que se hizo un ático en la esquina con la calle del Pare Gallifa.

El resultado final fue un trazado de 900 metros de largo y 80 de ancho que, en palabras del historiador Francesc Xavier Hernàndez, convirtieron la Via Laietana en un decorado que escondía las miserias del barrio antiguo que existían detrás de los grandes edificios. Porque, efectivamente, muchos de los que fueron expulsados de su casa se trasladaron a las zonas cercanas y en consecuencia aún aumentó más la densidad demográfica. Esto los que tuvieron más suerte, porque otros terminaron sus días en los barrios de chabolas de la playa.

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Eso sí, la Barcelona burguesa tuvo su avenida para los negocios, para emular las grandes metrópolis europeas y americanas que eran paradigma del progreso de hace 90 años. Ahora que la modernidad ha cambiado de barrio, toca recoser la cicatriz layetana.


Traslado piedra a piedra

Aparte del coste humano, construir la Via Laietana también supuso la destrucción de patrimonio arquitectónico, con el derribo de palacios y conventos medievales. Solo se salvaron algunos edificios que fueron trasladados, piedra a piedra, a otros lugares de la ciudad, como Casa Padellàs, que ahora es el Museo de Historia de Barcelona y está situado en la plaza del Rei.

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