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Muere Esteve Lucerón, el fotógrafo de La Perona

Fallece a los 72 años el fotógrafo que dedicó toda su obra al barrio de barracas del distrito de Sant Martí

Jóvenes de La Perona, en diciembre de 1980. En las fotografías de Esteve Lucerón destaca la sororidad cuando este término aún no estaba en uso. / ESTEVE LUCERÓN

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Ernest Alós
Ernest Alós

Coordinador de Opinión y Participación

Especialista en Escribo, cuando puedo, sobre historia, literatura fantástica y de ciencia ficción, ornitología, lenguas, fotografía o Barcelona

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Muchos fotógrafos se aproximaron a los barrios de barracas de Barcelona, y específicamente a los habitados por la comunidad gitana, con propósito más o menos documental. Algunos complaciéndose en el pintoresquismo, otros buscando la denuncia de sus condiciones de vida, otros simplemente para documentarlos rutinariamente desde el punto de vista del urbanismo. La lista es larga, desde Postius con Carmen Amaya en el Somorrostro hasta Català-Roca, Colita, Xavier Miserachs o Joan Colom. Y tras ellos, toda la generación de fotoperiodistas de los años 70 y 80. Pero según el fotógrafo Jordi Calafell, comisario junto con Manolo Laguillo de la exposición que puede visitarse en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona sobre el fotógrafo Esteve Lucerón, fallecido este martes, solo dos fotógrafos llegaron a fotografiar a esa comunidad desde dentro. Uno, Jacques Leónard (casado con una mujer gitana); el otro el propio Lucerón (La Pobla de Segur, 1950), que hizo de fotografiar el barrio de La Perona el proyecto de su vida, primero quizá como acto de conciencia política (militaba en el maoísta Moviment Comunista de Catalunya) después integrado plenamente en el barrio y sin que su obra tuviese un discurso explícitamente político.

"Fotógrafo de un solo tema", lo define Laguillo. En 1980 empezó aparecer con su cámara por ese barrio que debe su nombre a una visita de Eva Perón, una larga franja de barracas sobre el talud que separaba las vías del tren y la Verneda, entre el puente de Bac de Roda y el del Treball. En 1990, con la demolición del barrio y el traslado de sus habitantes a diversos polígonos, dejó de fotografiar. En parte por sus problemas oculares. Pero según Laguillo, Lucerón decía de La Perona que "si aún existiese, aún seguiría fotografiándola". Casi 40 años después, volvió a coger la cámara. Pero fue para ir a buscar a los vecinos, sus hijos y ya sus nietos, al barrio de Roquetes donde muchos de ellos habían ido a parar.

Lucerón nunca fue profesional de la fotografía. Su afición le llevó a estudiar en el Centre Internacional de Fotografía de Barcelona de la calle Aurora del Raval, de breve existencia (1978-1983). "Era un aprendizaje diferente, que daba mucha importancia al reportaje social y a dar una visión fotográfica de los barrios de Barcelona", explica Calafell. Eso le hizo aproximarse al barrio de La Perona, donde a base de repartir pequeñas copias de las fotografías que hacía, inicialmente a los niños, empezó a ganarse discretamente la confianza de los vecinos y a ser aceptado por ellos. Cuando ya llevaba cinco años por allí, el Patronat Municipal de l'Habitatge lo contrató como vigilante de los locales donde se desarrollaban las clases y talleres que buscaban integrar laboralmente a la población y prepararla para su próxima reubicación.

Esteve Lucerón.

/ Alvaro Monge

Puestos a hacer un ejercicio de fotografía comparada, hay similitudes entre Léonard y Lucerón ("ambos se integraron en el territorio gitano y lo fotografiaron desde dentro", explica Calafell) pero mientras el primero se inclinaba más por documentar la pervivencia de las formas tradicionales de vida de la comunidad, Lucerón retrataba con dignidad pero sin romanticismo su realidad contemporánea. Sin folclorismo pero sin tampoco reflejar, por ejemplo, lo más duro de aquellos años sobre una generación entera de jóvenes gitanos.

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Inspirado en la fotografía social de Walker Evans o Lewis Hine, además de las escenas de vida en la calle -"aparentemente sin escenificación", según Calafell- o en la superpoblada intimidad de las barracas, en sus retratos en formato 6x6, con sus personajes mirando frontalmente -jóvenes gitanos padres a los 16, o mujeres y hombres recios, o corros con guitarras y palmas- podrían pasar perfectamente por los campesinos expulsados de sus tierras del Dust Bowl de la Gran Depresión si no fuese por los bloques de la Verneda que asoman al fondo. "Y destaca la presencia de las mujeres, que tienen en común un sentido, aunque entonces no se utilizase esta expresión, de sororidad, cuando hablan entre ellas, construyen algo, hacen la comida o cuidan a los hijos", concluye Jordi Calafell.

La exposición sobre los reportajes de Esteve Lucerón en La Perona puede visitarse hasta el próximo 22 de mayo en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona, en el antiguo convento de Sant Agustí. Y en la web del Afb se puede acceder a la versión virtual de la exposición 'Esteve Lucerón y La Perona. L'espai i la gent' y al catálogo digital de esta.