La discriminación por raza

Un afropeo en Barcelona: una historia de racismo

El “‘apartheid’ pasivo” que denuncia Johny Pitts en ‘Afropeans’ es algo de lo que también son víctimas las personas negras que viven en Barcelona. Un maliense que lleva 20 años instalado aquí explica el racismo sutil y menos sutil que vive día a día, y desde SOS Racisme señalan que la situación es tan cruda que se le puede quitar el adjetivo de 'pasivo'.

Mamadou Sidibe, fotografiado en Barcelona leyendo ’Batouala’, la referencial novela de denuncia del racismo de René Maran.

Mamadou Sidibe, fotografiado en Barcelona leyendo ’Batouala’, la referencial novela de denuncia del racismo de René Maran. / Jordi Cotrina

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Mamadou Sidibe consiguió un día un trabajo para cuidar por las noches unos materiales de obra en una calle de Sant Gervasi. Sidibe es maliense y entonces llevaba algo más de cinco años en Barcelona. La primera noche se presentó en el lugar, hizo el trabajo encomendado y regresó a casa convencido de que todo había transcurrido con normalidad. Al día siguiente, sin embargo, el encargado le confesó que la noche anterior la policía había recibido un alud de llamadas fuera de lo común: los vecinos, alertando de la presencia de un negro merodeando por el barrio.

Sidibe estudio Sociología en su país de origen. También hizo algunos cursos de literatura. Es un hombre que se expresa con precisión y elocuencia en el francés heredado de los tiempos de la colonia, y que llega a la entrevista con un ejemplar de Albin Michel de ‘Batouala’, la obra más famosa de René Maran, escritor francés y primer negro en ganar el premio Goncourt, en 1921. Mientras saca el libro de la mochila dice que fue el nombre que se le vino a la cabeza al pensar en la entrevista. “Maran denunció las maldades del colonialismo, escribió sobre el racismo de los franceses y pagó un precio muy alto por ello. Todo el mundo le dio la espalda en Francia”. Sidibe opina que las cosas no han cambiado desde entonces, y por eso dice que para hablar con franqueza no puede aparecer su nombre verdadero, no puede aparecer su rostro, no puede haber nada que lo vincule con sus propias palabras. “Me podría perjudicar”, explica.

El tema de la entrevista es el racismo estructural, ese que denuncia Johny Pitts en su reciente ‘Afropeans’. El que forma parte intrínseca de Europa. El que se canaliza a diario a través de los gestos sutiles, gestos, incluso, de quienes se tienen a sí mismos por tolerantes progresistas. Al respecto dice lo siguiente Larissa Saud, portavoz de SOS Racisme: “Es un racismo que está metido en la estructura social. La sociedad capitalista neoliberal es una sociedad racista por definición, que exprime los recursos y el trabajo del sur. Son años y años de colonización tanto a nivel de los recursos como a nivel de las personas que hacen que este racismo estructural se reproduzca una y otra vez. Hablamos de algo que va mucho más allá del ‘eres un negro de mierda’ o ‘eres un sudaca de mierda’. Son las estructuras sociales, las estructuras de poder”.

Sidibe lleva alrededor de 20 años en Barcelona. Actualmente está en el paro y busca trabajo. Si diera la cara, dice, la búsqueda sería más ardua. Si diera la cara, quizá algunos amigos le darían la espalda. De momento, corrige textos en francés para ganarse la vida. “Es una cuestión de prudencia. Al europeo le encanta reprochar, pero no le gusta que le reprochen, y eso es porque en algún momento te colonizaron. Siempre dicen que eso forma parte del pasado, pero en realidad es una tara mental que les hace tener complejo de superioridad”. La conversación tiene lugar en una cafetería frecuentada por locales y turistas en la plaza de Urquinaona. Todos los comensales se giran en algún momento atraídos por la vehemencia de Sidibe. “Si eres negro en este país, tienes un espacio muy cerrado en el que te puedes mover. Si tienen interés en ti, se acercan a ti, pero si el que tiene interés eres tú, no dejan que te acerques. Y no hablo solo de inmigrantes, hablo de personas negras nacidas aquí, personas que no pueden acceder a los puestos de trabajo que les corresponderían por educación”.

En su libro, Pitts utiliza la expresión “apartheid pasivo” para referirse a lo que ocurre en Europa con los afropeos. “No, yo no creo que sea pasivo, yo creo que es un ‘apartheid’ activo”, dice Saud. “Por mucho que creamos que somos una sociedad intercultural y diversa, si no puedes acceder a una vivienda digna porque te discriminan por tu nombre, a partir de ahí ya estamos viviendo en un ‘apartheid’. Por todas las denuncias que recibimos en SOS Racisme, creemos que es un ‘apartheid’ activo. Las personas racializadas no están en los márgenes porque sí, están allí porque la sociedad está idealizada para personas blancas a todos los niveles”.

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Dice Sidibe que lo bueno que tiene vivir en Europa es que se aprende mucho. “Te permite comprender cómo funcionan las cosas, ya que es en Europa donde se deciden las cosas”. Lo malo: “Que todos los días eres pisoteado”. “La policía me para constantemente por la calle. En cualquier conversación que tengo con alguien de aquí, aunque lleve 20 años viviendo en Barcelona, se creen que deben hablarme como si no entendiera nada y tuvieran que explicármelo todo desde el principio. Entro en un sitio y pido un café porque tengo ganas de ir al baño y el encargado salta detrás de la barra y viene corriendo a decirme que el café en ese lugar cuesta dos con cincuenta. Y yo tengo que decirle: ‘¿Y cuál es el problema?’ La gente hace una asociación automática entre negro y pobreza, no hay manera de que no sea así”.

Sidibe hace un gesto cansado y bebe el último tramo de su café. “Estoy confrontado a esto constantemente”, se lamenta. “No te respetan”. No fue empujado por la pobreza que dejó un día su país, como muchos africanos, como la mayoría, seguramente. “Me ganaba bien la vida allá, pero no puedes valorar lo que tienes hasta que sales de tu burbuja”. Es un hombre con curiosidad. Se marchó para conocer, para saber. Lo bueno. También encontró lo malo.

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