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8 de Marzo, mujeres y guerra | + Historia

Este martes es el Día Internacional de la Mujer, una jornada muy reivindicativa que, en esta ocasión, no puede dejar de mirar lo que ocurre en Ucrania, donde se está reviviendo una de las tradicionales divisiones de género.

Obreras británicas fabrican bombas durante la Primera Guerra Mundial.

Obreras británicas fabrican bombas durante la Primera Guerra Mundial. / Horace Nicholls / Imperial War Museum

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este martes es 8M, el día en el que se visibilizan las problemáticas de género que, en realidad, están presentes en nuestra vida cotidiana durante todo el año. En los últimos tiempos el movimiento feminista ha vivido un resurgimiento impulsado por las nuevas generaciones pillando a contrapié a muchas instituciones que, a toda prisa, han intentado subirse al carro de esta nueva ola violeta para disimular sus carencias.

Sin embargo, este año el 8M se vivirá con una clara contradicción porque, mientras aquí se reclama la igualdad, en Ucrania se está viviendo una división de género que parece de otro tiempo. Como es sabido, las mujeres están abandonando el país pero los hombres están obligados a quedarse para defender el territorio del intento de invasión rusa. Evidentemente que hay mujeres que se han quedado y lucharán hasta el final por evitar la ocupación, pero es una decisión individual y voluntaria. Una vez más, cuando estalla una guerra asistimos a una distribución de roles según el género. Los hombres son los que deben combatir en el frente y las mujeres las encargadas de los cuidados. Es exactamente lo mismo que ocurrió hace 108 años cuando comenzó la Primera Guerra Mundial.

Hasta 1914, en los países occidentales se estaba viviendo un movimiento sufragista de gran magnitud. Las mujeres del Reino Unido, Francia, Alemania, Estados Unidos, Canadá... se habían ido organizando de forma cada vez más eficiente y mayoritaria para reclamar derechos tan básicos como el poder votar en las elecciones (de ahí el nombre de 'sufragistas', evidentemente). Tenían asociaciones de ámbito local y nacional que movilizaban a miles de mujeres, publicaban sus periódicos y revistas y llevaban a cabo todo tipo de acciones reivindicativas, algunas de las cuales hoy serían tildadas de terrorismo.

Pero cuando en verano de 1914 el archiduque de Austria Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo y se desató el conflicto que hacía tiempo que se estaba incubando, las sufragistas cambiaron de discurso. Incluso las más radicales como la británica Emmeline Pankhurst aseguraron que era momento de dejar de lado sus reivindicaciones para defender la patria. Y es que a pesar de algunos intentos de articular un movimiento pacifista, en todas partes la mayoría de mujeres se decantó por sumarse a la causa bélica. Algunas, sobre todo en Reino Unido y en Francia, incluso pusieron en marcha cuerpos auxiliares del Ejército pero sin perder de vista la división de género. Los hombres cogían las armas y ellas se encargaban de labores sanitarias o logísticas. Y, sin embargo, eran un grupo reducido, porque la mayoría asumieron su función en lo que los ingleses llamaban 'home front' (frente doméstico).

Cuando se vio que la guerra no era un glorioso paseo militar de verano tal y como había prometido la propaganda y se enfangaba en las trincheras que rasgaban Europa, las mujeres tuvieron que asumir tareas que hasta entonces les eran vetadas: conducían tranvías, hacían de carteras, y eran la mano de obra que fabricaba el armamento y las municiones que después utilizaban los hombres. Sin embargo, las autoridades se esforzaban en remarcar que era una situación extraordinaria y que no debían perder su feminidad. En este sentido, en tierras británicas, incluso se bautizó a las obreras como las 'munitionettes', un apodo que pretendía preservar un cierto glamur en aquellas mujeres que pasaban horas y horas en las cadenas de montaje haciendo balas, obuses y lo que hiciera falta.

Otra de las cosas que se hizo fue reforzar su papel de “ángeles del hogar”: la abnegada esposa que cuidaba la casa y los hijos esperando el regreso del hombre del frente, a quien tenía que procurar un momento de descanso doméstico durante los días de permiso antes de volver al combate. De la misma manera se idealizaba la figura de la viuda, que había perdido su amor en el campo de batalla.

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Ahora bien, muchas de esas mujeres también experimentaron una libertad de movimientos que nunca habían tenido antes. Una sensación que no olvidarían cuándo terminó el conflicto y que ayuda a entender, en parte, la alegría y la libertad con la que se vivió la década de los años 20.


Milicianas en el frente

Ha habido algunos casos en los que las mujeres han sido conscientes de que tenían que tomar las armas para defender sus derechos, conscientes que la derrota supondría su aniquilación. Últimamente lo hemos visto con las combatientes kurdas y, durante la Guerra Civil española, fue el caso de las milicianas que quisieron ir al frente para luchar contra el fascismo.

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