Entrevista
Geoffroy Delorme: “Mi vida tenía el mismo valor que la de un corzo”
Vivió al raso en el bosque de Louviers, en Normandía, entre los 19 y los 26 años, y ha consignado su experiencia en ‘El hombre corzo’ (Capitán Swing), excepcional documento donde recoge su experiencia como un corzo más en el bosque. Se hizo amigos de los corzos, los protegió de los cazadores y estableció una relación fuera de lo común con la naturaleza.
Geoffroy Delorme, autor de ’El hombre corzo’. /
-Uno de las cosas que hace a lo largo del libro es trazar un perfil psicológico del corzo. Dígame, así, en general, ¿cómo es un corzo?
-El corzo es una mezcla formidable de curiosidad y autonomía. El corzo no es libre, puesto que depende de muchos animales y plantas, pero es autónomo e interdependiente, y es capaz de interactuar con su entorno para adaptarse a todas las situaciones. Eso es lo que es increíble en el corzo, su adaptabilidad.
-De hecho, va más allá. En el libro dice que cada corzo tiene una forma de pensar propia. ¿Le parece si hacemos el ejercicio de describir a algunos de sus amigos?
-Sí, sí, claro.
-Bien. Comencemos. Daguet.
-Daguet es un corzo que tiene mucha curiosidad por el mundo que lo rodea. Le gusta descubrir a los otros, y eso fue lo que hizo que fuera el primero en abrirme las puertas del bosque, su curiosidad. Tiene una voluntad, no de transmitir, pero de aprender y sobre todo de mostrar, y eso es lo que lo hace singular.
-¿Sipointe?
-Sipointe es territorial y es, vamos a decir… Muy macho, je, je.
-Chévi.
-Chévi es más introvertido. Es un corzo muy dulce, muy amable, que jamás busca el conflicto. Le gusta estar de acuerdo con todo el mundo. No es un corzo agresivo.
-¿Prunelle?
-Ah, Prunelle es 'Chévi' pero en chica, ja, ja. Bueno, al fin y al cabo es la hermanastra, así que tiene que haber algo de herencia genética ahí.
"El corzo es una mezcla formidable de curiosidad y autonomía"
-Vivió en el bosque en una etapa de formación clave para el ser humano. De hecho, dice que aprendió a ser humano en el bosque, entre los corzos, con otra especie. Dígame, ¿qué aspectos de su personalidad asocia con esa etapa?
-Creo que aprendí a querer a los otros, pero aprendí a quererlos por lo que son, no por lo que me aportan. Hay algo que digo con frecuencia y es que vivir entre los corzos me enseñó a ver la vida en colores. Hoy en día, a los que ven la vida en blanco y negro intento enseñársela en colores. De hecho, al final, lo que me enseñaron los corzos fue a ser feliz.
-¿Se puede decir que la clave de su integración con los corzos fue dejarse “domesticar” por ellos? Es la palabra que utiliza en el libro.
-Mire, hay dos maneras de estar en la naturaleza. La primera es la manera conquistadora: uno llega, uno se instala, uno utiliza… Uno coge, de hecho, pero uno no se integra. Es la peor de las maneras. Y está la otra manera, que consiste en dejarse domesticar por la naturaleza, sea por los corzos o por otros animales, incluso por las plantas. La mejor manera de integrarse es no imponer la propia manera de ver las cosas, no imponer la propia ley, sino dejarse acariciar por la naturaleza, aunque a veces sus caricias sean violentas.
"Vivir entre los corzos me enseñó a ver la vida en colores"
-Pasó siete años en el bosque. No tenía tienda, no construyó una pequeña cabaña, ni siquiera tenía un saco de dormir. Supongo que fue porque habría contradicho el objetivo de vivir como un corzo, ¿no?
-Totalmente, habría sido la manera de llegar conquistando, de marcar mi presencia y de señalarla a los otros animales, habría sido decirles: “Esta es mi casa”. Al contrario, quería mostrarles que era como ellos, que me adaptaba y que formaba parte de ese todo.
-Aprendió a comunicarse con ellos, y la impresión que tuve leyéndolo es que la gran prueba de esa comunicación fue cuando le enseñó a Sipointe a detectar a los cazadores y a huir de ellos. Habla de una complicidad a nivel de lenguaje muy estrecha.
-Así es. Ellos viven en un universo muy olfativo, y viviendo con ellos me había dado cuenta de que mis pensamientos tenían una gran influencia sobre mi olor. El pensamiento negativo de una persona se traduce en un olor ácido, y un pensamiento positivo da lugar a un olor más bien azucarado. Fue así como encontré un lenguaje para conseguir transmitirles determinados mensajes, entre ellos que determinados ruidos en el bosque, o la llegada de un grupo de hombres a bordo de vehículos significaba peligro.
"Quería mostrarles que era como ellos, que me adaptaba y que formaba parte de ese todo"
-Me pregunto si compartía el miedo a los cazadores. Al fin y al cabo estaba en el medio, y ni siquiera en el medio, sino con las presas. ¿Sintió el miedo de la presa ante el cazador?
-Ah, sí. Se vive la misma intensidad, el mismo miedo, se huye de lo mismo. Tenía miedo de morir, pero también sentía cierta indiferencia con respecto a la muerte, pues tanto si me mataban a mí como o Fougère o a cualquier otro corzo, habría sido igual de grave. Mi vida tenía el mismo valor que la de un corzo, puesto que había decidido vivir con ellos. Jamás intenté sentirme superior a ellos y tuve mucho, mucho miedo.
-“Creo que no soporto más el mundo humano”, escribe en un momento dado. ¿Fue muy difícil salir del bosque y volver a la civilización? ¿Cómo se encuentra ahora?
-Fue difícil, sí. No me sentí bienvenido. Sentí que no querían que me integrara, que pensaban que no debía haber vuelto. No soportaba el olor de la gente, y con respecto a la manera de vivir tenía la impresión de que me ahogaba: cuando estaba en una habitación en la que no entraba el viento tenía que hacer un esfuerzo increíble para respirar. Dormir sobre una superficie suave me daba dolor de espalda. Al final, hubo un puñado de personas que me permitieron ver que había un sistema, sí, pero que también había seres humanos. Di con algunos buenos seres humanos. Gracias a ellos me reintegré en el sistema.
"Tenía miedo de morir, pero también sentía cierta indiferencia con respecto a la muerte"
-¿Le hace falta el bosque? ¿Le hacen falta sus amigos del bosque?
-Me hicieron falta durante mucho tiempo. El último corzo murió en 2019. Era ‘Chévi’, que murió de viejo. Por otra parte, ese bosque lo llevo dentro, por suerte, porque ya no se parece a lo que era entonces, ha sido devastado por la industria maderera y ahora parece más un enclave industrial que un bosque. Incluso los corzos han cambiado de actitud, los animales están bajo presión, están estresados, no es el mismo ambiente que cuando estuve allí.
Noticias relacionadas-¿Cuál es la lección de vida del bosque?
-La manera en que vemos el bosque no está bien. El bosque nos alimenta y nos protege, y en ningún caso es simplemente un enclave industrial que está ahí para producir madera. Hemos olvidado lo que es el bosque, el bosque alimenticio, el bosque protector.
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