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¿Quién fue san Valentín?, ¿el santo que no existió? | + Historia

Hoy es San Valentín. Para muchos una jornada importada para fomentar el consumismo y reforzar los peores clichés del amor romántico. Más allá de la parte comercial, ¿de dónde surgió esta historia?

Una pareja besándose.

Una pareja besándose.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Nos asaltan en cada escaparate, salen en casi todos los anuncios, aparecen en nuestras redes sociales: corazones, querubines, ramos de flores, bombones... Es la ofensiva de San Valentín, que no está dispuesto a dejar a ningún enamorado sin su regalo, porque se supone que hoy debes tener un detalle con tu pareja. El antídoto contra tanta presión comercial es asegurar que esto es un invento para gastar dinero. Y tienen algo de razón. Pero no vayamos tan rápido, porque el calendario bien dice que hoy es San Valentín, ¿no?

Según la tradición, este Valentín era un cristiano que vivía en la Roma del siglo III, donde casaba a los soldados del emperador contraviniendo el orden de Claudio II, que era de la opinión de que los solteros eran mejores guerreros porque no tenían miedo a dejar viuda. Valentín fue descubierto y ejecutado en febrero del 270. Ahora bien, mientras esperaba que se hiciera efectiva la sentencia se enamoró de la hija del carcelero, y antes de morir le escribió una carta firmada con la frase: “De tu Valentín”, una expresión que todavía es muy popular en Estados Unidos. El “Your Valentine” aparece en los millones de tarjetas que se venden cada 14 de febrero.

Esta historia, que narrativamente haría las delicias de cualquier guionista, tiene poca realidad. Para empezar, porque parece que la biografía es una mezcla de más de un Valentín. Hay que tener en cuenta que entonces era un nombre bastante popular. Así, con el paso de los siglos se habrían acabado fusionando en un solo personaje episodios protagonizados por varios Valentines. La pregunta que queda por responder es qué interés tenía la Iglesia en santificar a un Valentín que recogiese esta historia.

Resulta que, en torno al 15 de febrero, en Roma se celebraba una fiesta llamada Lupercalia, que marcaba el inicio de la primavera. Uno de los rituales consistía en sacrificar a un animal. Las mujeres que querían engendrar hijos tocaban la sangre y las vísceras de la pobre bestia porque se decía que así serían fértiles. Otra tradición era que las chicas ponían sus nombres dentro de una urna y cada chico elegía uno al azar para tener una especie de cita a ciegas que podía acabar en matrimonio (o sea, una especie de Tinder pero sin móvil).

Como la gente mantenía ese tipo de celebraciones basadas en la religión romana a pesar de la instauración del cristianismo, desde el Papado buscaban la forma de incorporarlas y adaptarlas. Así, en 498 se decretó que cada 14 de febrero se celebrase San Valentín. Ahora bien, no fue hasta la Edad Media que el día quedó asociado de manera definitiva con el amor. Algunos estudiosos lo atribuyen al poeta inglés Geoffrey Chaucer, autor de los famosos ‘Cuentos de Canterbury’. En otra de sus obras, donde habla de enamorarse, dice que por San Valentín es cuando los pájaros eligen pareja. Por aquel entonces estaba de moda el amor cortés; los nobles prometían fidelidad a damas que no podían conseguir pero a quienes dedicaban cartas y canciones. También se conservan notas de personajes importantes dirigidas a sus amadas. Por ejemplo, la que escribió en 1415 el duque de Orleans a su esposa desde la Torre de Londres, donde había sido encarcelado después de la batalla de Agincourt. O el documento de 1422 donde consta que Enrique V de Inglaterra le pidió al escritor de la corte John Lydgate que hiciera una nota en su nombre para Caterina de Valois (antes no todo el mundo sabía leer y escribir, aunque fuera rey).

Como suele ocurrir siempre, lo que hacen las clases privilegiadas es imitado por los grupos sociales inferiores y eso hizo que, en tierras británicas, poco a poco la gente escribiera notas de amor. En el siglo XIX, con la modernización de la imprenta y la producción en masa, las notas empezaron a comercializarse convertidas en postales.

Una de estas postales llegó a Esther Howland, nacida en Massachussetts en 1828, cuando solo tenía 19 años. Se emocionó tanto que quiso introducir esa costumbre británica en EEUU. Su idea tuvo éxito y al cabo de poco ya facturaba 100.000 dólares anuales. Hizo tanto dinero que en 1881 vendió la empresa y se retiró a cuidar a su padre en los últimos años de su vida.


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Como todas las historias de emprendedores de éxito, en el caso de Howland también es necesario conocer su contexto. Su padre regentaba la mayor papelería de la ciudad y su hermano era viajante. El primero la ayudó con la compra de material y el segundo con las ventas. Esto no le quita mérito. Es remarcable que pudiera sacar adelante su negocio siendo una mujer.