Manual para afrontar el TDAH de tu hijo

En el Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO hoy os hablamos de la interesantísima charla que María José Mas, pediatra, neuropediatra, divulgadora científica y autora de 'El cerebro en su laberinto’ (Next Door Publishers), ofreció hace unos días en las redes sociales bajo el marco de las #CharlasEducativas, una iniciativa de la profesora universitaria Ingrid Mosquera. La ponencia de la doctora -disponible en su web- sirvió para desmontar mitos y ofrecer información útil a padres y madres que tengan sospechas de que algo no va bien con sus hijos.

Normalmente, los progenitores acuden a la consulta movidos por un fracaso escolar, que, con toda probabilidad, esconde algo detrás. No es fácil identificar y diagnosticar el TDAH. “No hay marcadores biológicos que lo detecten. No se puede ver en un análisis o en una radiografía”, explica la doctora Mas. El TDAH es tan complejo que se puede confundir con otros trastornos. Epilepsia, por ejemplo. O autismo. O algo tan sencillo como falta de descanso nocturno, que provoca que el niño esté tan agotado que no pare quieto al día siguiente. O un problema emocional derivado de una situación familiar muy complicada.

No hay un único perfil, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) acota el TDAH bajo tres criterios clínicos: falta de atención o dificultad para mantenerla, una respuesta impulsiva a lo que sucede alrededor y un movimiento intenso. “El problema es que no hay una línea clara. Hay muchas zonas grises y diferentes grados. Lo único que podemos hacer los médicos es basarnos en la observación de la conducta. Es decir, el comportamiento, la acción cognitiva y la motora”, explica la divulgadora Mas.

Todos los niños pequeños son movidos, así que si el TDAH es leve puede pasar desapercibido. Antes de los seis años es muy complicado realizar un diagnóstico, aunque si hay síntomas evidentes, se debería realizar antes.

La doctora Mas insiste en lo que ella llama “la mirada del niño con TDAH”, un chavalín que busca aceptación y no la encuentra. “Qué injusto porque al niño le dicen todo el rato que actúa mal, pero él no entiende qué es lo que hace mal”.

Tratamiento farmacológico

En muchos casos, el tratamiento farmacológico es necesario. Corresponde al especialista, ya sea el neuropediatra o el psiquiatra infantil, tomar la decisión sobre la medicina que debe tomar el paciente. El tratamiento médico debe ir acompañado por el pedagógico y por el psicológico.

Como en todos los problemas de neurodesarrollo, la escuela y los docentes son parte fundamental en la atención que debe recibir un niño con TDAH.

Un niño con TDAH tiene problemas con la atención, que es muy compleja aunque existen dos tipos básicos: la selectiva (elegir el estímulo más importante de todos los que estamos recibiendo) y la sostenida (mantenerla). “Un buena práctica por parte de los profesores es, por ejemplo, poner a los alumnos con TDAH en primera fila y no muy cerca de la ventana para evitar distracciones. También es recomendable tener los pupitres ordenados y no con 50 cuadernos encima”, recomienda la especialista.

El profesor debe ayudar a organizar la información que recibe el alumno con TDAH. Pero es una tarea compleja en la que no deberían estar solos. “Estoy a favor de la inclusión, pero la inclusión pasa por dotar a los docentes de recursos y material”, insiste la doctora, que exige que los maestros reciban el el apoyo de los orientadores pedagógicos de la escuela para trazar un plan individual, ya sea curricular o metodológico.

La doctora Mas concluye que la sociedad debe cambiar la mirada hacia este tipo de pacientes. Precisamente, para ofrecer información y desmontar mitos, la periodista Milagros Martín-Lunas Gorriti acaba de publicar el libro ‘Mi vida con un TDAH’, donde -acompañada por los comentarios del médico César Soutullo- narra su experiencia como “madre de un príncipe” con ese trastorno.

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Después de notar cosas raras en su bebé y sentirse frustrada como madre, el diagnóstico fue un mazazo pero, al menos, fue la evidencia científica de que algo no iba bien en el neurodesarrollo de su príncipe. "Por fin alguien me entendía y me daba la razón. hasta entonces, la tónica había sido la contraria: no eres buena madre, no sabes educarlo, tu hijo tiene el síndrome del emperador".

"Mi hijo -continúa la periodista- era el terror del parque, rechazaba el colegio y no quería aprender. Mi sexto sentido me decía que algo que no iba a bien. Estaba harta de que en el colegio me dijeran que no pasaba nada, que todo iba bien". A partir del diagnóstico, Milagros comenzó una lucha sin cuartel por la salud de su hijo. Consciente del túnel que atraviesan muchas familias, ha escrito el libro para ayudarles y decirles que no están solos.