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Bots de carne y huesos I + Historia

Cada vez somos más conscientes de que en las redes sociales hay intereses ocultos que intentan influir en nuestra forma de pensar. En realidad, no es algo nuevo. La diferencia es que ahora cuesta más que nos den gato por liebre.

’Four Minute Men’ de Humphrey, Nebraska.

’Four Minute Men’ de Humphrey, Nebraska.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Hace pocos días, Carles Planas conversaba para este periódico con el autor del libro 'Confesiones de un bot ruso', que acaba de publicar la editorial Debate. Su autor, que se mantiene en el anonimato por cuestiones contractuales, es exempleado de una empresa internacional especializada en lo que en el mundo digital se conoce como 'astroturfing' (un nuevo anglicismo que toca añadir al castellano). Con este término se definen las campañas diseñadas para influir en la opinión pública, bien para potenciar la buena reputación del cliente o para perjudicar a los adversarios. A los usuarios de las redes sociales no les sorprenderá porque en el universo digital es el pan nuestro de cada día. Especialmente en Twitter, que es el principal campo de batalla de la guerra mediática actual. Solo hay que repasar qué ha sucedido durante el proceso de selección de la canción candidata a participar en Eurovisión, los encendidos debates sobre las vacunas o la bilis que lo inunda todo durante las campañas electorales.

El autor del libro, que se esconde bajo el sobrenombre 'Bot Ruso', explica que gracias al dominio de las herramientas adecuadas se puede alcanzar el objetivo que se propongan. "Puedo crear un ejército capaz de conseguir que el mundo te vea como un ciudadano ejemplar", le aseguró a Planas. Es cierto que ahora estamos más expuestos que nunca a la manipulación informativa y a las noticias falsas pero, al mismo tiempo, la ciudadanía está cada vez más entrenada en identificar según qué malas artes. Por eso las empresas deben sofisticarlo más. Para que no se note. La otra diferencia es que ahora esto está en manos de corporaciones, celebridades y todo el que tenga dinero para pagarlo. Antes era sobre todo el poder político quien realizaba este tipo de operaciones. Y no hace falta recurrir al manido ejemplo del nazismo y Goebbels, que está más visto que las reposiciones de 'Verano Azul'. Hace algo más de cien años, en Estados Unidos, los bots eran personas de carne y hueso y se llamaban 'Four Minute Men'.

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En 1917, cuando EEUU entró en la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson quiso asegurarse que la opinión pública fuera partidaria de la implicación del país en el conflicto. Por eso creó la Comisión de Información Pública (CIP), un organismo formado por periodistas y algunos de los pioneros de las relaciones públicas, una disciplina que en aquellos momentos empezaba a dar sus primeros pasos. Aquellos profesionales de la comunicación idearon una serie de campañas para influir en la sociedad americana. Tenían claro que la mejor forma de conectar con la gente era a través de los grandes medios de comunicación de masas de la época, sobre todo la prensa y el cine. Y no solo produciendo filmes para la gran pantalla. En esa época, las películas eran mucho más cortas que ahora y con la misma entrada se podían ver varias historias. Mientras el operario cambiaba la cinta del proyector, quedaba un tiempo muerto que desde el CIP vieron como oportunidad. Era el momento en que entraban en acción los Hombres de los Cuatro Minutos, justo el tiempo que existía entre pase y pase.

Los 'Four Minute Men' eran voluntarios reclutados por el Comité que se presentaban ante el público. Era un audiencia cautiva, porque la gente esperaba el inicio del siguiente filme y no se marchaba de la sala. Su misión era explicarles los esfuerzos de guerra que hacía el Gobierno para derrotar a los alemanes, alentarles a alistarse o animarlos a ir a trabajar a las fábricas de armamento.

Debían ser alocuciones muy breves y directas, porque disponían de poco tiempo, pero ahí también supieron encontrar la parte positiva. Los mensajes cortos eran más fáciles de retener y compartir en conversaciones posteriores. Si sucediera ahora con las redes sociales, diríamos que buscaban hacerse virales.

Se calcula que, durante los 18 meses que duró la campaña, en ella participaron 75.000 voluntarios que hicieron 7,5 millones de discursos que llegaron a una audiencia de 300 millones, en un país que apenas superaba los 100 millones de habitantes. Lo que demuestra la intensidad de aquella acción, que sirvió a Wilson para tener el apoyo público necesario para llevar a cabo su política de guerra. Seguramente, ahora los 'Four Minute Men' serían bots de Twitter.


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Apoyo de celebridades

Antes de entrar en acción, los 'Four Minute Men' recibían formación sobre cómo hablar en público y, en cada momento, se les indicaba la temática de los discursos para ser coherentes con los objetivos del CIP. Además, para reclutar a voluntarios se pidió la colaboración de celebridades del mundo del cine, como Mary Pickford, Douglas Fairbanks y Charles Chaplin.

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